El fin de semana largo nos sirvió para analizar a mayor profundidad la marcha realizada en la ciudad de México y diversas entidades de la república —entre ellas Morelos— y que tiene polarizada a la sociedad mexicana.
Ciertamente se ha escrito mucho sobre este tema en medios tradicionales y en redes sociales se sigue inundando de información, tanto a favor como en contra, y todavía no se ponen de acuerdo en cuántas personas participaron, pues —como ocurre siempre— la plaza del zócalo es un sitió mágico que “se achica y se agranda” según el partido político que haga el cálculo.
La izquierda y la derecha siguen debatiendo sobre el origen de la movilización: que si convocó la derecha internacional; que si fue financiada por Ricardo Salinas Pliego para no pagar impuestos; que si el PRIAN está atrás de esto, y muchas cosas más.
De todo lo que he leído del sábado hasta ayer, me quedo con algunos párrafos con los que coincido totalmente:
“A pesar de las torpezas de los convocantes, debe reconocerse que miles de personas asistieron a la marcha del sábado, independientemente de los organizadores, motivadas por el agravio real de vivir en un país marcado por la violencia”. Viri Ríos.
Creo que el “Morena-Gobierno” (durante muchos años hablamos del PRI-Gobierno), debe ir pensando seriamente en cambiar la narrativa de que “los delincuentes también son seres humanos” que heredó Andrés Manuel López Obrador y que ahora pretende refrendar el gobierno federal a través de Jesús Ramírez Cuevas.
“Todo delincuente, incluso el asesino más terrible, tiene derecho a un juicio”, declaró recientemente el ex vocero de AMLO en una entrevista que le hizo René Delgado.
Jurídicamente tiene toda la razón, pero habría que preguntarle si piensa lo mismo una madre al que acaban de matarle a su hijo. Y esa madre es una votante que puede ser que ya no cruce el logotipo de Morena la próxima vez que vote.
Ese es el fondo del asunto. Ya no es electoralmente viable que todos los días en su conferencia de prensa la presidenta ataque a los políticos, a los empresarios, a los periodistas, pero que se refiera al Chapo como “el señor Guzmán” y al Mayo como “el señor Zambada”.
Ahora bien, continuando con el tema de la marcha, el gobierno federal primero dijo que sería una manifestación de “bots”; luego amenazaron con investigar a quienes convocaron; después la llamaron “conjura internacional” y despreciaron a jóvenes y adultos por igual.
Posteriormente cercaron el Zócalo y hasta retiraron la bandera porque —según ellos— los manifestantes “no eran patriotas”; cortaron internet, metieron provocadores y castigaron a la ciudad cerrando calles y metro hasta las 6 pm.
También activaron a sus medios y a sus coristas para descalificar la marcha; manipularon imágenes para decir que fue un fracaso; en redes salieron en “nado sincronizado”, de Epigmenio Ibarra a Callo de Hacha, repitiendo el mismo guion: “fue Salinas Pliego”.
Y sí, fue Salinas Pliego enojado porque para no darle la razón hasta cambiaron la Suprema Corte, pero también fuimos muchos mexicanos inconformes con la matanza diaria e infinidad de acciones de este gobierno federal.
Lo que resultó muy chistoso, es que aquellos que durante años tomaron las calles e hicieron todo tipo de protestas (Noroña sabe muy bien de eso), hoy apoyen a los policías que agredieron a los jóvenes que lograron saltarse el cerco de Palacio Nacional.
“Los hijos y nietos de aquellos militantes de izquierda que reclamaban la represión y al autoritarismo...Hoy son quienes lo ordenan, lo justifican y lo practican”, escribió en su cuenta de X el periodista Joaquín López Dóriga.
“Hoy vi a gente que se dice de izquierda defender el abuso policial, culpar a la víctima y quejarse de la iconoclasia. No sé qué más ejemplos necesitan que en México las ideologías no existen. Existe un fanatismo político que se mueve entre la conveniencia y el odio a otros”. Verónica Teigeiro
Pepe Montes, comunicador en Morelos, reprochó: “Quizá no comparto las causas de movimiento y movilizaciones, pero ¿desde la izquierda, intentar deslegitimar marchas por la cantidad de gente? Desde el 97, ¿las calles han sido parte de mi vida por distintas luchas? en varias, incluso, apenas éramos 50, 100 y en otros miles cuando éramos pocos, muchos o un chingo, siempre lo hicimos por convicción y con fuerza. ¡Hoy hay que defender ideologías con debate de ideas y no poniendo al centro la cantidad de la gente que disiente de mí!
En lo personal, lo que más me molestó es que los “youtubers” de la 4T se burlaron de la gente que se manifestó diciendo que no éramos de la Generación Z, sino chavorrucos.
Y desde mi particular punto de vista, no encuentro diferencia entre la portada de La Prensa que aquel 1968 publicó a ocho columnas: “Hubo abierta provocación”, a “Condena a violencia desatada después de la manifestación Z” que puso el periódico La Jornada (que ha dado cuenta de infinidad de manifestaciones mucho más violentas) el pasado domingo.
Nosotros sostenemos que la historia es cíclica y la política es la misma, sólo cambian los nombres de las personas y de los partidos. Cuando éramos muy chicos vimos a los priístas burlarse de los “volcheviques” o “rojillos” como ellos les decían. Hoy esos son los que están en el gobierno, convertidos en lo que siempre criticaron.
Para finalizar, replico un par de párrafos que encontré en internet, autoría de José Mario de la Garza, con la que coincido totalmente:
México está atrapado en una paradoja brutal: vemos todo, pero pensamos poco. La polarización nos ha convertido en espectadores ciegos de nuestra propia realidad. La ideología se volvió un filtro que deforma los hechos, que justifica abusos, que normaliza el miedo y que nos rompe la posibilidad de escucharnos. No es que falten datos; falta valor para enfrentarlos sin la comodidad de la trinchera.
La frase de Paz golpea justo ahí: la ceguera física te quita la vista, pero la ceguera ideológica te apaga la mente. Y hoy lo estamos viviendo a niveles que ya no podemos fingir que no existen. Cuando defender a un político importa más que defender la verdad; cuando el fanatismo sustituye al pensamiento; cuando la lógica se rinde ante la narrativa… entonces dejamos de ser ciudadanos y empezamos a ser cómplices del deterioro.
