“Nos acostumbramos a la violencia
y esto no es bueno para nuestra sociedad.
Una población insensible es una población peligrosa.".
Isaac Asimov
Todos los seres humanos, desde que nacemos, venimos cargando una serie de traumas y características de comportamiento que creemos que son normales, que son lo que deben de ser; sin darnos cuenta, a veces, que estamos ejerciendo uno o diversos tipos de violencia con las personas con quienes interactuamos. Y esto se da mucho desde que tenemos nuestras primeras relaciones amorosas. Las personas traemos información de cómo relacionarnos con alguien desde la familia. Ya en alguna ocasión hablaba de este tema. Todo lo adquirimos desde la familia, y después en nuestras interacciones sociales y escolares.
La violencia en el noviazgo es una forma de maltrato que ocurre en relaciones amorosas, donde una de las partes busca ejercer poder y control sobre la otra a través de agresiones físicas, emocionales, psicológicas, sexuales o económicas. A menudo invisible en sus primeras etapas, esta violencia puede escalar y tener consecuencias devastadoras no solo para la pareja, sino también para el entorno familiar y social. Reconocerla y prevenirla es fundamental para el bienestar de las personas, la salud emocional de las futuras generaciones y la construcción de una cultura de paz.
La violencia en el noviazgo no se limita a golpes o agresiones físicas. También incluye conductas como el control excesivo, los celos patológicos, el aislamiento de amistades, el menosprecio constante, el chantaje emocional, la manipulación, y la invasión de la privacidad, por ejemplo, revisando mensajes sin consentimiento. Estos comportamientos muchas veces son normalizados o confundidos con "pruebas de amor", especialmente entre adolescentes y jóvenes adultos, lo que dificulta su identificación y llevando la relación al precipicio.
Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), una de cada tres mujeres en el mundo ha sufrido violencia física o sexual por parte de su pareja en algún momento de su vida. Si bien los varones también pueden ser víctimas, las estadísticas reflejan que las mujeres y las personas de la comunidad LGBTQ+ son desproporcionadamente afectadas.
Prevenir la violencia en el noviazgo requiere más que detectar las señales: es necesario fomentar una educación emocional desde la familia, habilidades de comunicación y vínculos basados en el respeto mutuo. Aprender a establecer límites sanos, reconocer comportamientos abusivos desde el inicio y buscar apoyo profesional son pasos clave. Algunas personas se preguntarán cómo, si todo viene desde ahí mismo. La familia. Enseguida viene la respuesta a esta pregunta.
Como señaló el psicólogo Carl Rogers, “el problema no es el problema en sí, sino cómo las personas enfrentan el problema”. Desarrollar estrategias de afrontamiento, resolución de conflictos y autoconocimiento contribuye a relaciones más equitativas y saludables. Además, el filósofo Erich Fromm, en su obra El arte de amar, plantea que el amor maduro se basa en el cuidado, la responsabilidad, el respeto y el conocimiento. Cuando alguno de estos pilares falta, el amor deja de ser tal y se convierte en una relación de dependencia o de poder.
Una pareja que aprende a convivir sin violencia se convierte en el primer núcleo de paz para sus futuras generaciones. La violencia no solo deja huellas en quien la vive, sino también en quienes la presencian. Los hijos e hijas de padres violentos tienen mayores probabilidades de repetir estos patrones, perpetuando el ciclo. Por eso, si en una relación ya “estable” en la que se tienen hijos e hijas, lo mejor sería asistir a su centro de salud más cercano y solicitar ayuda.
De acuerdo a datos de la Organización Mundial de la Salud (OMS), 3 de cada 10 adolescentes denuncian que sufren violencia en el noviazgo. En el caso mexicano, 76% de las adolescentes entre 15 y 17 años ha sufrido violencia psicológica 17% sexual y 15% física. Encuesta Nacional sobre Violencia en el Noviazgo (ENVIN).
Es importante comprender y, sobre todo, aceptar este tema tan terrible y doloroso que estamos viviendo, al tiempo de desarrollar estrategias para combatirla. Desde la familia, la promoción de relaciones basadas en la empatía, el diálogo y el respeto contribuye al desarrollo de una cultura de paz. El pedagogo brasileño Paulo Freire decía que “la educación no cambia el mundo, la educación cambia a las personas que van a cambiar el mundo”. Enseñar desde el hogar que el amor no duele, que el respeto es innegociable y que nadie merece ser maltratado, es sembrar la semilla de una sociedad más justa y compasiva.