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Día Mundial de la Juventud: ¿esperanza o desafío?


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Cada 12 de agosto se conmemora el Día Mundial de la Juventud, una fecha que más allá de la efeméride y de los eventos superficiales que pueden realizar los gobiernos y sus instancias respectivas, invitan a reflexionar sobre el presente y el futuro de una parte fundamental de nuestra sociedad líquida: los jóvenes. Son ellos quienes deberían dibujar los contornos de lo que vendrá, sin embargo, en la actualidad están inmersos en un ambiente mediático, por lo que enfrentan retos enormes en un mundo complejo e incierto.

Hay que tener claro que el Día Mundial de la Juventud no es solo una jornada para festejar la edad o la vitalidad, se trata de un llamado global a poner sobre la mesa las condiciones en las que viven millones de jóvenes y las oportunidades que se les brindan, pero también los obstáculos que los limitan, como son la falta de empleo e inseguridad. Por lo tanto, se está frente a dos vertientes: el potencial inmenso de la juventud frente a los desafíos que limitan su desarrollo pleno. Aunque es importante señalar que la postmodernidad ha generado juventudes con insensibilidad apartándolos de valores que han sido el pilar de la sociedad.

Hablar de juventud es hablar de una etapa de la vida llena de dinamismo y transformación, de sueños y motivaciones. Y en esta lógica, el ser joven no solo involucra un aspecto biológico, sino también psicológico, social y cultural, siendo estás ultimas vertientes las que configuran las personalidades y aptitudes de los jóvenes frente al mundo. Se dice que en ellos reside la capacidad de innovar, pero ante estos contextos de globalización, donde todo está interconectado y a la mano, dan todo por hecho, perdiendo esa capacidad de asombro ante aspectos de la naturaleza y de los lazos familiares.

Ahora bien, los tiempos donde las juventudes eran motores de movimientos sociales, revoluciones culturales, avances tecnológicos y expresiones artísticas que rompían lo establecido, han quedado atrás, siendo hoy las generaciones de cristal y alfa las que están predominando, pero al estar tan sobreprotegidas dejan a un lado la esencia de ser joven. De ahí que tener presente el Día de la Juventud significa replantear el espíritu disruptivo de las juventudes que pueda impulsar sociedades más justas, inclusivas y sostenibles.

Bajo esta sinergia, nos encontramos como sociedad frente a desafíos que no podemos ignorar; en consecuencia, el panorama para la juventud actual está lejos de ser sencillo. El mundo que han heredado está marcado por desigualdades profundas, crisis ambientales y de seguridad, conflictos geopolíticos y bélicos, así como dificultades económicas, que generan ansiedad y confusión, pero –además– aunado a ello, con la pandemia de COVID-19 han magnificado los problemas de salud mental, desempleo juvenil y la educación.

Es importante enfatizar que actualmente la digitalización acelerada implica una paradoja para las nuevas generaciones: por un lado, la información y el conocimiento están a la mano, pero la sobreexposición en redes sociales, la desinformación y lo irreal de sus nuevos referentes como influencers, youtubers o tiktokers, pueden afectar su bienestar y su sentido de comunidad.

Por eso, el Día Mundial de la Juventud debe ser mucho más que un día simbólico. Se debe tratar de una invitación y reflexión para gobiernos, instituciones, empresas y sociedad civil para replantear las necesidades y voces de los jóvenes. Los gobiernos deben entender que su participación no es solo un requisito formal y electoral, sino una solución. Y para ello, es importante replantearse la educación dirigida para ellos: una educación integral que fomente no solo conocimientos, sino habilidades socioemocionales, acceso a salud física y mental, así como espacios seguros para expresarse y participar en la vida política para que puedan ejercer sus derechos, pero también asuman sus responsabilidades.

Por ende, este Día Mundial de la Juventud es un recordatorio de que esta hermosa etapa no es un tiempo que pasa, sino una fuerza que impulsa, por lo que no podemos dejar que se apaguen nuestros jóvenes y que desgasten sus energías en dispositivos móviles, sino al contrario, invitarlos a que conozcan el mundo en el que viven: no todo es lo digital, y así encauzar su potencial. Para ello, se debe construir un puente de comunicación que fomente el diálogo intergeneracional para construir un futuro común y enfrentar los retos que se presentan.

 

Facebook: Juan Carlos Jaimes

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Juan Carlos Jaimes

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