Ojos oscuros, profundos y llenos de expresividad, cejas pobladas y unidas, cabello trenzado, listones, flores y bordados, a menudo portando trajes tradicionales mexicanos como la tehuana, collares y pendientes de estilo precolombino; su imagen es inconfundible. Su rostro nos remonta a su arte, vida y esencia. La imagen de Frida Kahlo se ha vuelto todo un referente e icono en la cultura popular. Su figura aparece desde objetos pequeños como tazas o playeras, hasta películas, documentales y series de televisión; las referencias a ella no solo se quedan en nuestro país, incluso aparece en una de las series más largas en emisión, como Los Simpson.
Se ha mantenido como una figura vigente en todas partes. ¿De dónde proviene este personaje tan peculiar? Miremos a través de uno de los rostros más conocidos de toda la historia y del arte, conozcamos la historia de la mujer que convirtió el dolor en arte.
En el año de 1907, en Coyoacán, Ciudad de México, nació un día 6 de julio, Magdalena del Carmen Frida Kahlo Calderón. La vio nacer la famosa Casa Azul -que fue testigo de muchas de sus obras- fruto de la unión de Guillermo Kahlo, un inmigrante húngaro-alemán de orígenes judíos, y Matilde Calderón, oaxaqueña de ascendencia española e indígena.
Padecería poliomielitis a la edad de seis años, dejándole secuelas en su pierna derecha, ocasionando que esta fuera más pequeña y delgada de lo que debía ser. Su historia con la pintura no comenzaría hasta sus 18 años, antes se mostró más interesada en practicar algún deporte que le permitiera recuperar su salud tras la enfermedad que sufrió en su niñez, sin embargo, su vida se vio marcada por un trágico accidente. El 17 de septiembre de 1925, mientras Frida viajaba en autobús, éste fue arrollado por un tranvía, quedó totalmente destrozado y aplastado contra un muro.
Este brutal hecho trajo horribles consecuencias para ella: sufrió múltiples fracturas; roturas en dos costillas, en la clavícula, tres en el hueso pélvico, y la columna se fracturó en tres partes. Su pierna derecha se fracturó en once partes, su hombro izquierdo se descoyuntó y un pasamanos le atravesó por la cadera izquierda hasta salir por la vagina. Debido a esto quedó incapacitada, permaneciendo inmóvil en su cama para recuperarse; un espejo colocado en la parte superior y un caballete especial fueron trascendentales para iniciar a pintar, fue así como comenzó a retratarse; en sus propias palabras: “me retrato a mí misma porque paso mucho tiempo sola y porque soy el motivo que mejor conozco”.
Su pintura se volvió más compleja con el tiempo, plasmando sus ansias de felicidad y el temor por la amenaza de su propia destrucción. Se le considera una artista surrealista, aunque para ella no fuese así, ya que insistía en que no pintaba sus sueños, pintaba su realidad.
Comenzó a frecuentar ambientes artísticos, políticos e intelectuales, conoció a muchas personalidades en estos círculos. Asistió a reuniones del Partido Comunista de México, del que Diego Rivera, su futuro marido, era militante. Mientras Rivera trabajaba en una serie de murales en el edificio de la Secretaría de Educación Pública, Frida lo visitó en su taller para mostrarle sus propios trabajos, que impresionaron al muralista.
Ambos contrajeron nupcias el 21 de agosto de 1929. Celebraron fiestas y reuniones en su casa de Coyoacán y alojaron a personajes famosos que huían de conflictos políticos en sus países. Esta relación entre ambos artistas fue tormentosa, dolorosa, apasionada y llena de conflictos, infidelidades y más. En 1930 sufrió un primer aborto por las lesiones de pelvis como consecuencia del trágico accidente de autobús, dos años después se sumergiría en una profunda depresión tras un segundo aborto; el dolor y sufrimiento los plasmó en su obra Hospital Henry Ford.
Años más tarde -debido a una gangrena- le amputaron su pierna por debajo de la rodilla. Tras luchar contra depresiones, dolor y una vida llena de múltiples problemas de salud, el 13 de julio de 1954 dio su último aliento de vida. México le dijo adiós a una gran artista. Su cuerpo fue velado en el Palacio de Bellas Artes y sus cenizas fueron conservadas en aquella Casa Azul que un día la vio nacer.
Una mujer de convicciones e ideales que convirtió todo aquello que la atormentó en arte. En sus pinturas, su reflejo e imagen permanecerá para la posteridad, el arte superó al dolor y la enfermedad, y en el imaginario colectivo nacional su nombre es un referente cultural; su obra será un legado permanente de la transformación.