Memoria implacable, en cada arruga sobre su piel guardan recuerdos de una vida llena de resistencia; portadores de gran fuerza y poder, el elefante es el animal terrestre más grande del planeta.
Seres de gran tamaño que parecieran poseer indestructibilidad ante la mirada de un niño, son tan vulnerables a la codicia y al maltrato humano.
Desde infantes, la figura de estos majestuosos animales no es ajena: los vemos en televisión, en los clásicos de Disney como Dumbo, en dibujos, libros y de primera mano en safaris y zoológicos.
La caza furtiva y la pérdida del hábitat se han convertido en las principales amenazas para la supervivencia y conservación de los elefantes.
Sus colmillos son capaces de levantar y mover cosas. Además de servirles para defenderse, son objeto de deseo en el comercio ilegal debido a su composición de marfil.
De acuerdo con datos del Fondo Mundial para Naturaleza (WWF por sus siglas en inglés), los cazadores furtivos año con año acaban con la vida de aproximadamente 20 mil ejemplares, extrayendo su carne, piel y colmillos para terminar comercializados en el mercado negro.
La persecución y caza de estos animales puede afectar y cambiar su genética, pues los elefantes en naturaleza nacen con más frecuencia con cambios en sus colmillos, siendo éstos más pequeños o incluso carecer de ellos.
Lo anterior se produce en parte a que los cazadores extraen del acervo genético a los ejemplares con colmillos de mayor tamaño.
El Día Mundial del Elefante se creó a partir de la conciencia y desde el año 2012 se conmemora cada 12 de agosto con la finalidad de generar reflexión acerca de las amenazas y la complicada situación en la que se encuentran las especies africanas y asiáticas, así como promover acciones para su conservación y protección.
Los cineastas canadienses Patricia Sims y Michael Clark – junto con la Fundación de Reintroducción de Elefantes de Tailandia– fueron quienes concibieron esta efeméride.
Si bien la caza furtiva y la pérdida de su hábitat se han convertido en una de las grandes amenazas, también existen varias provenientes del turismo y el entretenimiento: los circos y espectáculos con animales, que generaron preocupación y controversia al exponerlos a un ambiente antinatural ruidoso e intimidante.
En México, desde el año 2015, entraron en vigor las reformas a la Ley General del Equilibrio Ecológico y la Protección al Ambiente, y La Ley General de la Vida Silvestre, que prohíben la exhibición y uso de animales como felinos, elefantes o primates para espéctalos circenses.
Muchos de los animales provenientes de esta industria contaron con un destino incierto, se reportaron que varios fueron vendidos a coleccionistas privados y taxidermistas; algunos han terminado en manos de traficantes, otros murieron, y los que encontraron refugio en santuarios y zoológicos llegaban en condiciones precarias, enfermos y deprimidos.
Uno de los casos más sonados en nuestro país es el de la elefanta Ely, que fue rescatada de un circo en 2012, tras lo que fue trasladada al Centro de Conservación de la Fauna Silvestre de San Juan Aragón.
Ely es conocida como “la elefanta más triste del mundo” por diversos medios debido a la serie de problemas que ha presentado como secuelas de su paso en su vida de circo, y a su vida en cautiverio por falta de condiciones aptas según las denuncias de activistas.
Ante el poco espacio del lugar y la soledad del animal, en 2023 fue ampliado su hábitat y recibió una compañera: Gipsy, un ejemplar que habitó en circos desde muy joven, proveniente del Centro de Conservación Zoofari en Morelos, y un año más tarde recibieron a Annie otra elefanta rescatada.
Formaron una manada para la socialización de Ely; sin embargo, defensores de los animales consideran que no resuelve el problema a fondo.
Por ello se pidió que fuera reubicada a un santuario en Brasil, pero la Suprema Corte de Justicia de la Nación ha negado el amparo para su reubicación, por lo que permanece en el zoológico de San Juan Aragón, a cargo de la Secretaría de Medio Ambiente de la Ciudad de México.
Hoy 12 de agosto es un día de conciencia y reflexión, de cuidar y proteger a estos seres. No es algo exclusivo de un continente; es una misión mundial, un acto de amor y respeto a los elefantes.