Don Lauro Ortega Martínez no estaba acostumbrado a recibir críticas, sólo elogios, tanto de políticos como de periodistas. Por eso es que, siendo candidato del PRI a la Gubernatura del estado de Morelos en aquel 1982, le llamó la atención una columna en un diario de Morelos en la que llamaban “la casa de la locura” a la residencia que usaban como sede de la campaña.
Preguntó quién era Juan Emilio Elizalde, el que firmaba la columna, y en un evento proselitista lo encaró: “¿Por qué anda diciendo que mi casa de campaña es de locos?” Le espetó a aquel jovencito de melena y pantalones acampanados que lo miraba con cara de espanto mientras sostenía una enorme grabadora en su mano derecha.
Entre balbuceos el reportero intentó justificar su argumento, pero el candidato no le permitió hablar. “¡Apague esa grabadora!”, le ordenó, para después soltarle una regañiza ante la mirada complaciente y una que otra sonrisa burlona de sus colegas. El columnista soportó estoico la reprimenda, a sabiendas de que no hubiera servido de nada ponerse al tú por tú con el poderosísimo candidato del PRI que ganaría la contienda electoral de 1982 con el 80 por ciento de los votos.
Pero en lugar de amilanarse por el regaño de Don Lauro, el incipiente reportero esbozó una sonrisa: había logrado llamar la atención del gobernante.
Ya como gobernador, el periodista -empírico como todos los de aquella época- siguió “jalándole la cola al león”, con columnas que lograban evadir la censura de su director y provocaban que el mandatario hiciera corajes entripados.
La crítica a la forma como LOM atendió un tema político en el municipio de Atlatlahucan (durante la feria anual el alcalde se subió ebrio a la rueda de la fortuna, se cayó y se mató), provocó la ira del médico cirujano metido a gobernador. En esta ocasión lo mandó llamar a su despacho y le exigió que respetara su investidura. Después de la reprimenda (como era su costumbre), LOM le ofreció trabajo en su gabinete, lo que Juan Emilio Elizalde rechazó.
Por algún tiempo las columnas políticas de Elizalde Figueroa dejaron en paz al gobernador, pero se enfocaron al rector de la UAEM, Sergio Figueroa Campos, quien también lo llamó para reclamarle.
En el debate sobre el contenido de su columna, el rector le preguntó al periodista su nivel académico. “Nomas la Prepa, señor rector, y una carrera técnica de contador”, contestó Juan Emilio. “Estudie joven, estudie para que tenga otra perspectiva de las cosas”, le recomendó Figueroa Campos.
Siguiendo esa recomendación Juan Emilio se metió a la entonces Escuela de Derecho de la UAEM, repartiendo su tiempo entre la jefatura de información del Diario de Morelos y las clases para convertirse en abogado.
En aquel sexenio don Lauro tuvo la osadía de cesar en forma masiva a toda la Policía Judicial del Estado por las constantes quejas, y en su lugar puso a estudiantes de Derecho, designando como subdirector de la corporación al alumno Juan Emilio Elizalde Figueroa. La decisión fue políticamente un hitazo, pero operativamente un fracaso, pues había buenos muchachos pero algunos resultaron más prepotentes que los que habían despedido.
La intención de hacer un segundo despido masivo de policías fue el motivo de un nuevo enfrentamiento verbal entre Don Lauro y Juan Emilio. Afortunadamente el joven funcionario logró convencer al gobernante y ya no hubo otro cese de policías que hubiese sido muy costoso tanto económica como políticamente.
Ya como licenciado en Derecho, Juan Emilio fue director de Trabajo y Previsión Social y después titular de la Defensoría Pública; en el Congreso fue director Jurídico de la entonces Auditoría Superior de Fiscalización.
Pasaron los años y en julio de 2012 se le presenta la oportunidad de ser magistrado del Tribunal Superior de Justicia. En aquella Legislatura los tres partidos políticos con mayor representación en el Congreso se repartían los puestos, así que lo resolvieron salomónicamente: el PRI propuso a Juan Emilio Elizalde, el PRD a Bertha Rendón Montealegre y el PAN a Manuel Díaz Carvajal.
En esa ocasión su toma de protesta no estuvo alejada de controversias. Y es que fue la primera vez que una Legislatura hizo una designación que entraría en funciones seis meses después: protestaron al cargo el 10 de julio de 2012, pero asumieron el cargo el primero de enero del 2013.
Desde ese día el magistrado Juan Emilio Elizalde tuvo un desempeño de bajo perfil. Nunca buscó la presidencia del TSJ, se dedicó a su ponencia durante las horas hábiles y a jugar dominó con sus amigos una vez a la semana como lo hacía desde hace varias décadas.
La única vez que volvió a adoptar su actitud contestataria que le caracterizó cuando era periodista, fue cuando se dio la primera reunión de magistrados con la gobernadora Margarita González Saravia en la residencia oficial. Después de la presentación que hizo el entonces presidente Jorge Gamboa Olea, Juan Emilio Elizalde Figueroa interrumpió para decirle a la mandataria: “Un momento, usted como gobernadora debe saber que para mí este señor no me representa como presidente”.
Pero la vida la tenía reservado un reto: Por su calidad de decano, el congreso del estado lo designa como encargado de llevar los trabajos para elegir al nuevo presidente del Tribunal Superior de Justicia, pero después de 21 intentos no se pusieron de acuerdo, así que el 6 de junio la LVI Legislatura lo nombra titular del Poder Judicial, y al día siguiente toma protesta por un periodo que termina en agosto del 2027.
Pero parece que le saldrá muy caro el poder colocar su fotografía en el Salón Presidentes del Tribunal Superior de Justicia, pues tiene compromisos y presiones por todos lados. El grupo de magistrados que primero fueron disidentes y después oficialistas, ya se repartió todos los puestos de confianza.
En virtud de que la reforma judicial contempla la desaparición de la Junta de Administración, Vigilancia y Disciplina, que será sustituida por un órgano colegiado en el que tendrán participación los tres poderes del estado, los actuales servidores públicos están prácticamente atados de manos porque no saben en qué momento vendrá el cambio.
Y por si no fuera suficiente, el Poder Judicial enfrenta hoy una crisis mediática después de que jueces penales han dejado en libertad a por lo menos a 13 personas que fueron detenidas por la Secretaría de Seguridad y Protección Ciudadana, acusadas de diversos delitos, pero que fueron dejadas en libertad por jueces del Poder Judicial que encabeza Juan Emilio Elizalde Figueroa.
Hoy está citando a una conferencia de prensa para tratar de explicar jurídicamente las razones que tuvieron los jueces para dejar libres a las personas que detuvo la SSPC, y contrarrestar así la narrativa impulsada desde el Poder Ejecutivo (y alentada por el anterior presidente del TSJ) de que en Morelos hay una “puerta giratoria”.
HASTA MAÑANA.