“Si quieres hacer la paz con tu enemigo,
debes trabajar con él".
Nelson Mandela
El viernes pasado celebré mi cumple de una manera sui generis. Como mis hijos se encuentran lejos de casa. Vi una peli en casa que trajo a mi mente un programa de televisión que veía en los Estados Unidos. Era sobre un conductor de un programa infantil que trataba problemas o temas actuales y muy duros, pero explicados de una manera muy sutil y entretenida para que las y los peques entendieran, comprendieran y aplicaran estrategias para vivir mejor. Esa peli me hizo recordar un proyecto que se me ocurrió para realizar un programa de TV adaptado a la realidad nuestra. Le invertí tiempo y dinero. Encontré a dos personas que tenían equipo y un pequeño cuarto adaptado como estudio de grabación. Al final, no se hizo nada y todo se perdió. Si alguna de las dos personas mencionadas lee este artículo, le pido que me llame para ver la posibilidad de recuperar unas marionetas que mandé a hacer y que se quedaron con ellas para retomar ese viejo proyecto. El cual, por el enojo y decepción, se desvaneció y se ocultó por muchos años en el baúl de los olvidos.
Menciono esta historia, porque cada vez se hace más necesario el desarrollo de estrategias que llevar a la sociedad en el tema de la cultura de paz. La violencia, la discriminación, el racismo y la falta de valores, entre otros agravios, se va acrecentando y pareciera que no hay salida alguna.
En medio de una época marcada por la polarización, la violencia y la desconfianza institucional, la cultura de paz se presenta no solo como una aspiración idealista, la gente -me lo dice argumentando que no valen la pena estos artículos que escribo-, sino como una necesidad urgente y concreta para el bienestar de las personas que habitamos en el estado de Morelos. Pero en realidad aplica para todo México. Hablar de paz no es hablar únicamente de la ausencia de violencia física, sino de la construcción activa de condiciones que permitan a todos vivir con dignidad, seguridad y justicia.
Morelos, como muchas otras regiones de México, enfrenta desafíos significativos: violencia de género, inseguridad, desigualdad, conflictos comunitarios, deterioro del tejido social, y una creciente desconfianza hacia las autoridades. Ante este panorama, abordar los temas actuales de cultura de paz no solo es pertinente, sino indispensable.
La educación es el terreno fértil donde puede germinar la paz duradera. Formar a niñas, niños, jóvenes y adultos en habilidades de convivencia, resolución no violenta de conflictos, empatía y pensamiento crítico permite prevenir futuros escenarios de violencia. Iniciativas en escuelas, universidades y comunidades que fomenten la educación emocional, el diálogo y el respeto pueden transformar las relaciones sociales desde sus cimientos.
En Morelos, urge fortalecer estos espacios educativos con una perspectiva de paz. No basta con formar profesionistas; necesitamos formar ciudadanos conscientes de su entorno y comprometidos con el bien común.
La cultura de paz implica reconocer y erradicar las múltiples formas de discriminación, siendo la desigualdad de género una de las más persistentes y normalizadas. La violencia contra las mujeres y las niñas no es un problema aislado, sino estructural, y combatirla exige una acción coordinada desde el Estado, las instituciones y la sociedad civil.
El respeto irrestricto a los derechos humanos debe convertirse en política pública transversal. La paz no puede construirse donde hay impunidad, exclusión o marginación. Por ello, se requiere fortalecer los mecanismos de protección, acceso a la justicia y participación ciudadana para todos los sectores sociales.
No puede haber paz sin justicia ambiental. Los conflictos por el agua, la tierra, los recursos naturales y el uso del territorio son cada vez más frecuentes en Morelos. La defensa del medio ambiente y el respeto por las comunidades originarias y rurales deben integrarse en una agenda de paz amplia, que vea a la naturaleza no como un recurso a explotar, sino como una aliada para la vida.
Impulsar proyectos de desarrollo sustentable, fortalecer la economía local y proteger las zonas naturales del estado son pasos necesarios para garantizar el bienestar de las generaciones presentes y futuras.
Uno de los mayores retos de nuestra época es la erosión de la confianza: en las instituciones. La desinformación y el discurso del odio proliferan en un entorno donde se desdibujan los límites entre verdad y manipulación. En este contexto, Morelos necesita una ciudadanía crítica y activa, capaz de discernir, dialogar y proponer.
La participación ciudadana, a través de consejos comunitarios, redes de apoyo mutuo, comités vecinales o plataformas de deliberación democrática, permite recuperar el sentido de pertenencia y responsabilidad compartida. Construir la paz exige que cada persona se reconozca como parte del problema, pero también como parte de la solución.
La paz no se decreta; se construye todos los días, en todos los espacios. En las escuelas, en los hogares, en los barrios, en las redes sociales, en las oficinas públicas. Promover una cultura de paz en Morelos implica un cambio profundo de mentalidad, donde la cooperación sustituya a la confrontación, la empatía al prejuicio y la justicia a la indiferencia.
Como señaló la UNESCO, "la paz no reside solo en los tratados, sino en la mente de los hombres y las mujeres". Es hora de asumir con seriedad el compromiso de construir un Morelos más justo, más equitativo y más pacífico, donde todas las personas puedan vivir sin miedo, con dignidad y en armonía. No dejemos pasar más tiempo. Actuemos en conjunto.