“Ser feliz es dar gracias cada mañana
por el milagro de la vida. Ser feliz es no tener
miedo de tus propios sentimientos".
Papa Francisco
Jorge Mario Bergoglio era argentino. Un sacerdote conocido por su humildad, su adhesión a la opción preferencial por los pobres, principio que abarca a los marginados y sufrientes de distinta extracción, y su compromiso de diálogo con personas de diferentes orígenes y credos, mostró una variedad de gestos pastorales indicativos de sencillez. Su trayectoria fue tan significativa que el 13 de marzo del 2013 se convirtió en el 266º Papa de la iglesia católica, que, de acuerdo a la RAE es el Sumo pontífice romano, vicario de Cristo, sucesor de san Pedro en el gobierno universal de la Iglesia católica, de la cual es cabeza visible, y padre espiritual de todos los fieles.
Fue un líder no sólo religioso, también lo fue en el ámbito social y como arzobispo y cardenal, Bergoglio fue conocido por su humildad, conservadurismo doctrinal y su compromiso con la justicia social. Optó por promover el diálogo y acercarse a los distintos colectivos sociales, fuesen o no católicos; así como por reforzar la tarea pastoral en las parroquias, aumentando la presencia de sacerdotes en los barrios marginales. Esto hizo que fuese conocido como “el Obispo de los pobres”.
Entre las decisiones que tomó al ser designado Papa, fue la de residir en la Casa de Santa Marta en lugar de la residencia papal del Palacio Apostólico Vaticano usada por sus antecesores desde 1903. De igual manera, debido a sus convicciones decidió ser llamado Francisco en honor a San Francisco de Asís.
Desde el inicio de su pontificado en 2013, el Papa Francisco delineó una filosofía de vida basada en la humildad, la compasión y el diálogo como pilares fundamentales para construir un mundo en paz. Su visión trasciende las fronteras del catolicismo, tendiendo puentes con otras religiones y promoviendo una cultura de encuentro que busca sanar las heridas sociales y espirituales de la humanidad.
La filosofía del Papa Francisco se centró en la idea de una "Iglesia en salida", es decir, una Iglesia que no se encierra en sí misma, sino que se acerca a las periferias físicas y existenciales del mundo. Para Francisco, la cercanía y el acompañamiento son esenciales para construir la paz. "El verdadero poder es el servicio", repitió en numerosas ocasiones, recordando que los líderes están llamados a servir a los más débiles y vulnerables. Y este tema en específico nos lleva al espectro social en el que cada vez es más necesaria la paz para poder vivir en concordia y armonía.
Uno de los esfuerzos más visibles de Francisco fue el fortalecimiento del diálogo interreligioso. Reconociendo que las religiones, cuando se viven auténticamente, son fuentes de paz, el Papa buscó alianzas inéditas con líderes de otras religiones.
En 2019, firmó en Abu Dabi junto al Gran Imán de Al-Azhar, Ahmad Al-Tayyeb, el histórico "Documento sobre la Fraternidad Humana", donde católicos y musulmanes se comprometen a fomentar el respeto mutuo y a rechazar toda violencia cometida en nombre de Dios. Este gesto marcó un hito en la historia moderna del entendimiento entre religiones.
Además, Francisco mantuvo encuentros con líderes judíos, hindúes, budistas y de religiones indígenas. En cada ocasión, ha insistido en que el diálogo no debe ser una estrategia diplomática, sino un verdadero camino de amistad y colaboración para enfrentar juntos los grandes desafíos, como el cambio climático, la pobreza y las migraciones forzadas.
La paz, para Francisco, no se construye solo en cumbres internacionales, sino en la vida diaria. En sus encíclicas “Laudato Si”, “Alabado Seas” (2015) y Fratelli Tutti, “Hermanos Todos” (2020), llama a una "cultura del cuidado" y una "amistad social" que se opongan a las lógicas del descarte y el conflicto.
En Fratelli Tutti, Francisco denuncia la cultura del odio y del enfrentamiento permanente, proponiendo en cambio el "arte del encuentro", donde las diferencias no se borran, sino que se integran en una convivencia respetuosa y creativa. Invita a todos —creyentes y no creyentes— a trabajar juntos en la construcción de una nueva fraternidad universal.
Aunque su mensaje ha encontrado resistencias incluso dentro de la Iglesia, el Papa Francisco continuó apostando por la vía de la misericordia, el diálogo y la inclusión. Su visión de paz fue profundamente realista: no niega los conflictos, pero cree que a través de la escucha y el respeto es posible transformar las heridas en caminos de reconciliación.
Para el Papa Francisco, la paz no es solo la ausencia de guerra, sino la afirmación de la dignidad de cada ser humano. En un mundo herido por la violencia y la división, el Papa Francisco propuso una revolución de la ternura. Un llamado que, más que un ideal lejano, es una invitación urgente a cambiar las relaciones humanas desde la raíz.
La iglesia católica, ante la ausencia del Papa Francisco, enfrenta un reto gigantesco para elegir a su sucesor. Este tendrá, como siempre, tintes políticos entre los tres grupos existentes: los del “establishment”: son candidatos profundamente arraigados en la Curia, redes romanas y con habilidad para mantener la estabilidad; “los reformadores”, que son cardenales progresistas con visión franciscana. Están alineados con las reformas de Francisco: descentralización, justicia social y cercanía pastoral; y, por último, “los tradicionalistas”: son cardenales anti-Francisco y conservadores. Son los bendecidos por Benedicto XVI, enemigos del progresismo, ultraconservadores y defensores de la "Iglesia antigua".