Desde 1957, el pan se elabora a mano, en horno de leña, presume su fundador.
Jojutla. La Panadería del abuelo Moy, localizada en la calle Riva Palacio, número 905, colonia La Nopalera, en Tehuixtla, Morelos, es un negocio familiar y artesanal que se fundó en 1957 y que fue el primero en su tipo.
Aurelio Velasco Olivares, propietario, explicó que elaboran pan artesanal a mano, con horno de leña y emplean como base harina de trigo, azúcar, levadura, manteca, aceite y colorantes.
Junto con su hijo Quetzal Aurelio Velasco González, Aurelio trabaja la panadería de lunes a sábado, desde las 6 de la mañana hasta las 6 o 7 de la tarde; los domingos descansan y tratan de estar con la familia.
Venden en el taller y frente al mercado municipal. El pan que más pide la gente es el bolillo y la telera, y del de dulce, las conchas.
Aparte de pan, hornean cochinita, pizzas, pollos y todo lo que se pueda meter al horno, que es grande.
En temporada especial, como las de Muertos y Reyes, elaboran lo que sus clientes les piden. También hacen baguets y bísquet, pero por encargo.
Aunque el color y las formas de las piezas de pan son similares, los que elaboran Aurelio y Quetzal son muy diferentes. En el pueblo de Tehuixtla son muy conocidos, los identifican por su muy buen sabor, consistencia y olor, principalmente, y tienen clientes en la zona sur, incluso, en Cuernavaca.
De acuerdo con Aurelio, eso se debe a que hornean con leña (de cubata, huizache y huamúchil, principalmente) y eso le da un sabor especial, pero además las fórmulas que heredaron del señor Moisés los hacen únicos.
Al horno le caben como 45 latas o charolas, es un horno grande. Como dato adicional, se construyó en 1957, el año en que murió el ídolo del pueblo, el cantante y actor Pedro Infante, dijo Aurelio, sonriendo.
Elaboran alrededor de 15 tipos de pan, saben hacer como 25, pero la gente consume aquellos a los que está acostumbrada, sus favoritos.
Aurelio relató que a pesar de que su papá fue panadero toda su vida, nunca le enseñó el oficio, ni a él ni a sus cuatro hermanos.
Él siempre fue muy curioso y llegaba al taller y ayudaba a los panaderos:
“Cuando era pilcate -muchacho- nadie me dijo que mi papá era el dueño, así que pedía yo que me regalaran un pan, y los panaderos siempre me lo dieron con gusto”, relató.
Aprendió viendo, inició barriendo, ayudando a limpiar y poco a poco se fue metiendo en el oficio, hasta que lo aprendió bien.
Le gustaba estar entre los panaderos, platicaba con ellos, bromeaba, algunas veces hacían pollo para almorzar o cenar y le daban de lo que comían, eso le gustaba mucho.
“Mi papá quería que estudiáramos o tuviéramos un oficio distinto, porque siempre nos dijo que el trabajo de panadero era muy duro y de mucha responsabilidad”, explicó Aurelio.
Una vez que Aurelio acabó la secundaria, se puso a trabajar en una tienda de abarrotes que tenía su papá, ahí estuvo hasta que fue joven y consiguió trabajo como empleado en un vivero de San Gabriel, en donde laboró 18 años. De ahí trabajó en el campo, pero no le fue muy bien, por lo que decidió a ejercer su oficio de panadero.
En 1996 o 1997, por diversas cuestiones, su papá tuvo que cerrar el taller. 10 años después, Aurelio lo volvió a abrir y desde entonces tiene la panadería; le puso “Panadería del abuelo Moy” en honor a su papá, Moisés Velasco Uribe.
El maestro panadero relató que hace algunos años, en Tehuixtla, ya no se vendía el bolillo, pero él volvió a hacerlo y desde ahí todas las panaderías lo volvieron a hacer, ya que es uno de los que más se vende, junto con la telera.
Le han ayudado otros panaderos, pero hace un tiempo el maestro que le ayudaba se fue y hace cuatro años su hijo comenzó a trabajar con él.
Quetzal es la tercera generación de panaderos. Estudió repostería y estuvo trabajando en talleres de repostería y panadería, tiene una gran habilidad para la elaboración del pan, además, es muy bueno horneando.
Aprendió muy rápido y disfruta su trabajo, aunque sea un oficio que demanda mucho, ya que no hay espacio para salir por la tarde a divertirse, como lo hacen los jóvenes del pueblo, él se tiene que levantar temprano y acostarse tarde, todos los días, excepto el domingo.
En Morelos, las panaderías artesanales son pocas, la gran mayoría cocina con horno de gas, revuelve en máquinas de metal y fabrican el pan de una manera casi industrializada.
En la Panadería del abuelo Moy, todo se hace como en los años 50, por eso el pan es delicioso.