“Nadie se recupera a menos que
la vida que ha creado sea más gratificante
y satisfactoria que la que dejó atrás".
Anne Fletcher
En mi artículo anterior hablaba sobre estas “nuevas tendencias” a perder el tiempo metido en las redes sociales, Tik Tok, youtube, etc. Al principio, yo lo veía como un síntoma de los tiempos que nos tocó vivir, como una pequeña tontería. Sin embargo, ahora sí lo veo como una situación peligrosa y de mucho riesgo para la salud.
La gente está cada vez más clavada en las redes. Se la pasa mucho tiempo en ellas hasta el punto que han dejado de ser productivos.
Las adicciones dopaminérgicas cada vez ganan más terreno, y, lo peor, es que no nos damos cuenta. Lo vemos como algo simpático que no tiene mayor problema. Sin embargo, vemos más gente alejada de la realidad. Por lo tanto, tenemos que buscar formas de desintoxicarnos y regresar a la vida real.
Le agradezco enormemente al Dr. José Lebrija, gran amigo de hace muchísimos años sus comentarios, mismos que comparto en este artículo. El diagnóstico preliminar se denomina ciberadicción, y tiene, entre otros, los siguientes síntomas: Pérdida de control: la persona siente una necesidad irresistible de conectarse a las redes sociales, incluso cuando intente reducir su uso o cuando causa problemas en su propia vida; síntomas de abstinencia: al intentar desconectarse, pueden experimentar ansiedad, irritabilidad, dificultad para concentrarse y problemas para dormir; impacto en la vida diaria: la adicción a las redes sociales puede afectar las relaciones personales, el rendimiento académico o laboral, y la salud mental general; FOMO (Fear Of Missing Out), el miedo a perderse algo importante o interesante en las redes sociales puede llevar a un uso excesivo y compulsivo; pantallismo: se refiere al fenómeno de estar constantemente pegado a las pantallas, incluidas las redes sociales, y puede ser un síntoma de esta adicción; phubbing: ignorar a las personas en la vida real para prestar atención al teléfono y las redes sociales; e, impacto en la salud mental: la adicción a las redes sociales puede contribuir a la ansiedad, la depresión y el aislamiento social.
El primer paso es reconocer el problema y realizar una 'desintoxicación de dopamina', que consiste en limitar o eliminar temporalmente las fuentes de gratificación instantánea. Esto puede ser dejar de usar el teléfono durante un día o una semana para permitir que el cerebro se recalibre.
Cultivar placeres sostenibles: En lugar de depender de estímulos rápidos, hay que buscar fuentes de placer que requieran esfuerzo y paciencia, como aprender un instrumento musical, practicar un deporte, leer un libro o pasar tiempo en la naturaleza. Estas actividades, aunque no ofrecen una recompensa inmediata, generan una satisfacción más profunda y duradera.
Fortalecer lazos sociales: Es crucial invertir en relaciones genuinas. Pasar tiempo de calidad con amigos y familiares, participar en actividades comunitarias y contribuir al bienestar del entorno ayuda a generar dopamina de una manera sana, basada en la reciprocidad y la conexión humana.
Mindfulness y meditación: La práctica de la atención plena ayuda a desarrollar la capacidad de observar los impulsos adictivos sin actuar sobre ellos. Esto permite a la persona recuperar el control sobre sus respuestas emocionales y reducir la reactividad.
Jiddu Krishnamurti, filósofo indio, a menudo hablaba de cómo la mente humana busca constantemente el placer y evita el dolor. Él sostenía que esta búsqueda incesante nos encadena. Para él, la verdadera libertad y el autoconocimiento provienen de la observación desapegada de nuestros deseos y adicciones, sin juzgarlos.
El neurocientífico Robert Sapolsky explica cómo el cerebro adicto se "cablea" para buscar la siguiente dosis de dopamina, lo que hace que las personas pierdan su capacidad de sentir placer en las cosas simples de la vida. Su trabajo resalta la necesidad de entender los mecanismos biológicos para abordar eficazmente estas adicciones.
Byung-Chul Han, filósofo surcoreano, en su obra “la sociedad del cansancio”, describe cómo la sociedad actual, impulsada por un imperativo de rendimiento, nos lleva a una autoexplotación que fomenta adicciones a la productividad y a la validación constante, un ciclo que, en última instancia, genera agotamiento y desesperación.
A nivel individual, estas adicciones generan desajustes emocionales, pérdida de autonomía y deterioro de la salud física y mental. La persona puede experimentar ansiedad, depresión, aislamiento social y deterioro en sus relaciones familiares y laborales. A nivel comunitario, la proliferación de estas conductas puede traducirse en una menor colaboración, aumento de la desigualdad y debilitamiento de los lazos sociales, fomentando una cultura de individualismo y superficialidad.
En mi caso, lo digo porque lo he estado viviendo, comencé a caer en esta vorágine de pasar mucho tiempo en las redes, llegando al punto de, estando ya listo para dormir, me convencía de ver un video más. Solo un video. Un video cortito. Y ese “único video” se convertía en dos horas o más sin poder despegarme del celular. Así que tuve que investigar sobre el asunto hasta que encontré las formas de dejar esta adicción. Seguí los pasos mencionados anteriormente, y, poco a poco, me estoy liberando y reconectando con la realidad.
Lo importante es enfrentar las adicciones dopaminérgicas para llegar al camino del buen vivir. Requiere un esfuerzo consciente para reconectar con nosotros mismos y con nuestra comunidad, priorizando la satisfacción duradera sobre la gratificación instantánea. Este camino nos llevará a una vida más equilibrada, significativa y en armonía con nuestro entorno.