“Mi jefe tiene un carácter difícil, pero en el fondo
es buena persona. Se pone así por la presión”.
Anónimo
En nuestro país sigue existiendo, en muchas empresas y empleadores, el abuso de los trabajadores a nivel emocional. Las estadísticas demuestran un alto índice de enfermedades causadas por el estrés laboral. De acuerdo a estudios realizados por la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), En México, un alto porcentaje de trabajadores, alrededor del 75%, sufre de fatiga por estrés laboral o burnout, una cifra que supera a países como China y Estados Unidos.
Hay uno, que de manera específica me ocupa y preocupa, porque el mismo trabajador considera “normales” ciertas formas de manipulación y presión en el trabajo.
El Síndrome de Estocolmo Laboral es una adaptación del concepto clínico a las dinámicas del entorno de trabajo. Se manifiesta cuando un empleado, a pesar de experimentar maltrato, explotación, o un ambiente tóxico, desarrolla una lealtad o apego emocional hacia la empresa o hacia sus superiores abusivos, llegando a justificar e incluso defender las conductas perjudiciales. Este fenómeno psicológico, también llamado "Síndrome de Estocolmo Corporativo", refleja un mecanismo de supervivencia en el que la víctima minimiza o racionaliza el abuso para poder lidiar con una realidad laboral profundamente dañina.
Para los expertos en trauma y psicología organizacional, este síndrome es una reacción que distorsiona la realidad, llevando al trabajador a una situación de dependencia emocional institucionalizada. Las principales manifestaciones incluyen:
Aceptación de malos tratos: Tolerar sueldos injustos, horarios excesivos o humillaciones; justificación de la agresión: el empleado defiende las acciones del jefe o de la empresa ("Es que el jefe tiene mucha presión", "Aquí todos le echamos ganas"); miedo a marcharse: aunque existan mejores oportunidades, el trabajador se siente incapaz de renunciar, a menudo por una sensación de lealtad irracional o de que "los van a dejar solos" en un momento crucial; pérdida de autoestima: el constante maltrato psicológico hace que la persona sienta que no vale para nada y que merece ser tratada así, perdiendo la capacidad de visualizar sus cualidades en otros ambientes.
El síndrome se nutre del miedo, la inseguridad económica, y el lenguaje corporativo manipulador que disfraza la explotación como "sacrificio" o "pasión por el trabajo".
La ilusión del reconocimiento: el jefe niega un aumento o compensación justa, pero inunda al empleado con elogios grandilocuentes como: "tu esfuerzo salvó el proyecto", "eres indispensable". Y el trabajador, en lugar de exigir sus derechos, aprende a buscar la "palmadita en la espalda" como única validación, quedándose "por lealtad" en lugar de por condiciones dignas de trabajo.
La trampa de la "Gran Familia": La empresa utiliza el discurso de "somos una familia" para justificar exigencias sin límites como responder mensajes fuera de horario, trabajar fines de semana sin pagar. El empleado se siente culpable por tomarse un día libre, pensando que le está fallando a la "familia" o al "equipo".
Sumisión a la toxicidad: Un empleado presencia o sufre “mobbing” o acoso laboral constante por parte de un compañero o superior, pero en lugar de buscar ayuda o irse, adopta una actitud de sumisión y minimiza el daño, llegando a defender la reputación del agresor o la cultura tóxica de la empresa.
El Dr. Rodolfo Solís Consultor y Experto en Bienestar Laboral sostiene que el síndrome se da cuando el trabajador desarrolla un vínculo psicológico y afectivo hacia un entorno que le es perjudicial, disfrazando la explotación con el lenguaje corporativo del sacrificio y el agradecimiento. Recomienda que, para recuperar la lucidez, es indispensable tomar distancia y repetir una verdad fundamental: "Mi valor no es mi productividad. Soy una persona, no un indicador clave desempeño."
Expertos en salud mental afirman que este trastorno distorsiona la realidad y no es una forma sana de mantenerse a salvo. Los maltratos, las acciones dañinas y que ponen en peligro la salud de la víctima no deben ser justificadas. El resultado de este síndrome es una pérdida de la autoestima y una dificultad para ver las cualidades que se pueden ofrecer en otros ambientes laborales.
Psicólogos y Terapeutas enfatizan que para romper este vínculo se requiere conciencia de que se está siendo maltratado y establecer límites saludables con los jefes, llegando incluso a ser necesario un cambio de trabajo. La terapia es fundamental para eliminar la lealtad irracional hacia el superior abusivo y recuperar la independencia emocional y el bienestar.
Debes aprender a reconocer este síndrome. Reconocerlo no es debilidad, sino lucidez. El camino para superarlo comienza por hablar con alguien fuera del entorno laboral para desvelar la dinámica y entender que la lealtad debe ser hacia la salud personal, no hacia una empresa o entorno laboral que causa daño.
Y aunque mucha gente no lo considera así, esto también es parte de la cultura de paz.
