“Recuerda que sólo porque hayas tocado
fondo no significa que tengas que quedarte allí".
Robert Downey Jr.
Confieso que mi concepción de la palabra “adicción” la tenía como referencia a drogas como el alcohol, la mariguana, las metanfetaminas, la heroína, el fentanilo, más todas aquellas que ustedes puedan mencionar que afectan la salud.
Sin embargo, la palabra adicción tiene las siguientes definiciones según la Real Academia de la Lengua: es la dependencia de sustancias o actividades nocivas para la salud o el equilibrio psíquico, o como una afición extrema a alguien o algo. En otras palabras, una adicción implica una necesidad incontrolable de consumir una sustancia o realizar una actividad, incluso cuando causa problemas.
La RAE también distingue entre la adicción como dependencia de sustancias (como drogas o alcohol) y la adicción como afición extrema a algo (como juegos de azar o nuevas tecnologías).
Y de acuerdo a estas definiciones, es todo lo que implique una dependencia perjudicial para la salud o el equilibrio, por tanto, en esta época que nos ha tocado vivir, nos estamos enfrentando a una nueva adicción que es justamente la adicción dopaminérgica.
Las adicciones dopaminérgicas se refieren a comportamientos que buscan la liberación de dopamina en el cerebro, generando una sensación de placer o recompensa, lo que crea un ciclo de repetición. Este tipo de adicciones no se limita a sustancias, sino que abarca comportamientos como el uso excesivo de redes sociales, videojuegos, compras compulsivas, pornografía o apuestas. Estas adicciones afectan profundamente el comportamiento humano, la salud mental, y la convivencia social, y para enfrentarlas, es crucial entender sus mecanismos y adoptar un enfoque integral que priorice el bienestar individual y colectivo.
La dopamina es un neurotransmisor clave en el sistema de recompensa del cerebro. Su liberación provoca una sensación de placer que motiva a los individuos a repetir la acción que la generó. En un contexto natural, la dopamina nos impulsa a buscar comida, agua y reproducirnos, acciones esenciales para la supervivencia. Sin embargo, en el mundo moderno, el ciclo de dopamina se ve estimulado por actividades que ofrecen gratificación instantánea y superestímulos, creando una dependencia.
Las adicciones dopaminérgicas tienen un impacto significativo en la vida de una persona. A nivel individual, se observa una disminución en la capacidad de concentración y una baja tolerancia a la frustración debido a la constante búsqueda de gratificación rápida. Esto puede afectar el rendimiento académico y laboral. El ciclo adictivo puede llevar a una anhedonia, que es la incapacidad de sentir placer en actividades que antes eran gratificantes, como pasar tiempo con amigos, leer o practicar un deporte, a menos que la dosis de estímulo sea muy alta.
Esto puede deteriorar la salud mental, llevando a cuadros de ansiedad, depresión, e incluso un aislamiento social. El individuo se vuelve cada vez más dependiente de la fuente de dopamina para sentirse 'normal', sacrificando relaciones significativas y su propio bienestar a largo plazo.
El impacto de estas adicciones se extiende más allá del individuo. En el ámbito social, la búsqueda constante de estímulos dopaminérgicos puede debilitar los lazos comunitarios y el tejido social. Por ejemplo, el uso excesivo de redes sociales puede crear una falsa sensación de conexión, mientras que, en la vida real, las interacciones se vuelven superficiales. La necesidad de validación y la comparación constante en estas plataformas generan un ambiente de competencia y ansiedad, en lugar de un ambiente de cooperación y apoyo mutuo.
Además, el comportamiento impulsivo y la falta de autocontrol asociados a estas adicciones pueden llevar a conflictos interpersonales y a una reducción de la empatía. Si una persona está más centrada en su propio ciclo de recompensa, es menos probable que se preocupe por las necesidades y sentimientos de los demás, lo que dificulta la construcción de relaciones sanas y solidarias.
Para contrarrestar los efectos de las adicciones dopaminérgicas y encaminarse hacia una vida más plena, es fundamental adoptar el concepto del "buen vivir". Este enfoque, a menudo asociado a las filosofías indígenas de América Latina (como el Sumak Kawsay), promueve una vida en armonía con la comunidad y la naturaleza, y no se basa en el consumo o la acumulación de bienes materiales, sino en el equilibrio y el bienestar colectivo.
En estos tiempos que vivimos, me he encontrado, en pláticas con mis estudiantes universitarios, que cuando ven un video en las redes, este tiene que ser de corta duración porque de lo contrario, les deja de interesar y pasan al siguiente video.
Hasta este momento no hay nada que indique un diagnóstico oficial, pero, estoy seguro que pronto, esta nueva adicción, además de la manifestación de síntomas más graves y el número de personas que lo tendrán, aunque ya se está manifestando empíricamente, causará desequilibrios emocionales.
Actualmente no existe un porcentaje exacto de personas con adicciones dopaminérgicas, ya que no es un diagnóstico oficial en los manuales de salud mental. Sin embargo, se estima que entre un 5% y un 10% de la población usa las redes sociales de manera problemática actualmente.
Todavía estamos a tiempo de poder controlar estas nuevas adicciones. ¿Cuánto tiempo pasas tú inmerso en el mundo virtual?