“La comida que comes puede ser la más
poderosa forma de medicina o
la forma más lenta de veneno”.
Ann Wigmore
Se dice que para que se dé una cultura de paz debemos construirla, se necesitan valores, actitudes, comportamientos y acciones que promuevan la convivencia, la equidad y el respeto a los derechos humanos. Valores como la tolerancia, la justicia, la equidad, la no discriminación, la no violencia, la empatía, la compasión, la caridad, la libertad y la solidaridad, entre otros, son fundamentales para lograr el objetivo.
De igual manera, debemos tener actitudes y comportamientos como el respeto, la comprensión, el diálogo, la negociación, el consenso, la aceptación de las responsabilidades, la reparación a las víctimas, la transformación de los imaginarios sociales, culturales y políticos.
Entre las acciones que debemos ejercer se encuentran: el desarrollo de una mirada crítica, la promoción de la resistencia no violenta, la colaboración con otros para alcanzar un fin común, la observancia de normas y compromisos, el responder de manera apropiada a las normas sociales, hacer frente a la injusticia.
Y existen otros elementos como el desarrollo sostenible, el respeto a la vida, la igualdad de género, la democracia y el respeto a los derechos humanos.
Sin embargo, y después de haber presenciado un webinar muy interesante sobre la alimentación y la comida sana, considero que también este elemento debe considerarse, porque al no saber qué debemos consumir y qué nos hace bien en la alimentación que tenemos día a día podemos desarrollar enfermedades letales para nuestra salud.
El acceso a una alimentación sana y nutritiva es un derecho humano. Este derecho implica que todas las personas tienen derecho al acceso a alimentos suficientes, inocuos y de calidad, que los alimentos sean adecuados a su cultura, que los alimentos no tengan sustancias que pongan en riesgo su salud, que estén disponibles y accesibles todo el tiempo.
Este derecho es universal, es decir, aplica a todas las personas sin importar su origen, raza, sexo, edad, o clase social. El derecho a la alimentación adecuada se debe garantizar en todas las etapas de la vida de las personas. Para ello, se debe considerar: la disponibilidad de alimentos, el acceso económico a los alimentos, la calidad nutricional de los alimentos, la cantidad de alimentos, los valores y tradiciones de cada cultura y las necesidades dietéticas de cada persona.
El derecho a la alimentación adecuada, finalmente, es un derecho humano fundamental, que, en mi opinión, si no se cumple afecta a la paz de una sociedad.
Aprendí, en este webinar que existen, y siempre han existido los entornos obesogénicos, pero confieso que no conocía el término. Un entorno obesogénico es un ambiente que promueve el sobrepeso y la obesidad. Esto se da por la combinación de factores sociales y ambientales que llevan a las personas a consumir más calorías de las que necesitan.
El entorno obesogénico comienza en casa, ya que la familia y el hogar influyen en los hábitos alimenticios y de actividad física.
Consideremos los factores que contribuyen a un ambiente obesogénico en casa. La genética: si uno o ambos padres son obesos, el riesgo de que sus hijos también lo sean es alto; la alimentación en el hogar puede ayudar a mantener hábitos saludables por el resto de la vida; el sedentarismo: la falta de actividad física puede deberse a la falta de tiempo para cocinar o a la falta de espacios para hacer ejercicio; las emociones pueden alterar la conducta alimentaria; el estrés crónico puede desencadenar comportamientos alimenticios poco saludables.
Todo lo anterior nos lleva establecer estrategias para combatir el ambiente obesogénico en casa. Para ello, están las siguientes: planificar y organizar las compras y el menú; almacenar con cuidado los alimentos; identificar las emociones; cuidar el descanso; buscar buena compañía; reducir el tiempo frente a la pantalla; subir las escaleras andando; usar menos el coche y planificar la compra priorizando los alimentos frescos.
En oposición a este ambiente familiar que podemos controlar, los ambientes obesogénicos tentadores se encuentran en todas partes y fuera de nuestro control. Afuera de los hospitales hay puestos de “comida” y productos chatarra. En las empresas encontramos “maquinitas” para comprar botanitas y refrescos. Y afuera de las escuelas, y también dentro, está repleto de puestos de golosinas.
La mala alimentación, particularmente el consumo de comida chatarra, puede causar problemas de salud como obesidad, diabetes, hipertensión, y enfermedades cardiovasculares. También puede debilitar el sistema inmunológico. Y las enfermedades asociadas a la mala alimentación son el sobrepeso y la obesidad, la diabetes, la hipertensión, el cáncer; la osteoporosis, el cáncer de colon, la hipercolesterolemia (colesterol alto), la gota y caries, entre otros muchos males. México ocupa el primer lugar mundial en obesidad infantil y el segundo lugar en obesidad en adultos, después de Estados Unidos. Datos alarmantes.
Gracias a la Nutrióloga Ana Karen Ayala Castillo, Mtra. en Salud Pública y al Psic. Pablo Emilio Blas Camarena, Mtro. en Salud Pública, ambos egresados del Instituto Nacional de Salud Pública. Esta información me ha abierto desmesuradamente la conciencia para una mejor salud, no solo de manera personal, sino para aplicar en nuestras comunidades.