Irma mantiene la tradición familiar de la elaboración de pan y la hereda a sus hijas; tiene 40 años en el gusto de sus clientes.
Desde niña, Irma Ocampo Ramírez aprendió a elaborar piezas de pan dulce, y ya de adulta decidió estudiar la licenciatura en derecho para demostrar a sus hijas que se puede ser profesionista y al mismo tiempo tener un oficio como una segunda fuente de ingresos.
El gusto por la repostería viene desde su abuela Julia, quien enseñó a sus hijos, y así sucesivamente fue pasando la tradición.
Irma se dedica a este oficio desde hace 40 años. Su panadería está en la colonia Antonio Barona, en Cuernavaca, y también vende en la calle Arteaga del Centro de la ciudad.
Aunque parece un trabajo fácil, “hacer pan también tiene su chiste”, refiere Irma. Ella, dice, ha tomado diferentes cursos de repostería para responder a la demanda de su público.
Sin embargo, reconoce que hay una disminución en el consumo del pan tradicional porque cada día hay nuevas panaderías o emprendedores de postres, lo que les ha quitado clientes.
Por eso, junto con su familia, han innovado en su negocio y desde hace unos tres años incluyen pan para personas con diabetes, pero sin perder el toque casero que los distingue desde hace varias décadas.
Sus hijas terminaron sus estudios: una es nutrióloga y la otra mercadóloga, pero también se dedican a la elaboración del pan, así como los sobrinos de Irma.

