Sociedad

Síndrome del niño maltratado


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Síndrome del niño maltratado.

Tema doloroso, tabú, que, por lo mismo, cuesta sanar. Me llamo Daniel y padecí síndrome del niño maltratado. Ya no es así. Te cuento mi caso, si resuena en tu vida, tal vez puedas asumirlo y tratarlo.

Mi familia se formó sobre bases paradójicas: el ideal de la familia tradicional, con ganas de ascender socialmente, católicos semipracticantes, con crisis económicas, traición, machismo y torpezas extremas. Mis padres no se comprometieron por su unión, sino que se unieron por compromiso. Hubo amor, algún día; antes de mis primeros recuerdos ya se habría terminado. Su relación se transformó en la clásica familia mexicana de padres baby boomers con hijos generación Z.

De esta generación se han contado muchos chistes, hay especiales de stand up comedy y memes. Somos el hazmerreír intergeneracional y casi todo en nuestra cultura pop noventera es risible. Investiga del tema y verás.

En general, los Z compartimos familias nucleares jerárquicas, machismo, roles por género, caricaturas chafas, cancelación de oportunidades, fin de jubilaciones, herencias cutres, divorcios terribles y violencia.

La violencia es nuestro símbolo. Fue desmedida, irracional, traumante e incomprensible. Violencia intrafamiliar, putazos escolares, acoso por vagos, robachicos, violencia sexual y otras variantes.

Parece chiste, pero fue nuestra realidad. Puedes reírte, pero algunos no sobrevivieron. Nos curtimos, pero con dolor, aunque muchos lo nieguen, por cobardía o ignorancia. Tuvimos altas cifras de suicidios, homicidios pasionales y adicciones, además de la violencia continuada con la siguiente generación.

Podría decirte: “no nos juzgues, la vida nos trató mal”, pero, más bien, te invito a comprender a fondo lo que pasó con nosotros, que, fieles al postmodernismo —fuimos la generación que recibió el nuevo milenio en plena adolescencia— no pudimos comprender cómo nos quitaron la escalera y nos dejaron agarrados de la brocha.

Soy el hijo menor, último de seis integrantes del clan, pero no el consentido. A mí podían pegarme, sin permiso ni culpa, todos: padre, madre, hermano y hermanas. Solo una renunció a dicho beneficio y me trató con cariño, pese a su propio sufrimiento. No es drama, tú quizás recuerdes lo mismo; antes de burlarte, asume.

Debí defenderme desde pequeño. Aprendí a hacerlo en la pubertad. Mi hermano dejó de vengar sus rencores usándome como costal de box hasta que le puse unos buenos madrazos, había crecido y estaba harto. Hoy lo entiendo, pero no niego que aquello pasó.

Mi madre fue la más violenta, un monstruo, sí, con esa palabra; no solo por lo que hizo, también por lo que dijo, dejó de hacer y permitió, por no detenerse ni defendernos. Mi madre fue un monstruo, no hay ninguna duda.

Ella vivió siendo víctima de violencia, abuso, ignorancia y frustración durante décadas, no conoció otra forma de vivir; la violencia, la denigración y más adelante el abandono fueron sus formas de decirme “te amo”. 

Fue un monstruo que odié por años; a mi padre también, casi por las mismas razones. Igual con mis hermanos hubo heridas, más los compañeritos de escuela y los cuates del barrio. Dolor. Mi infancia, en muchos sentidos, fue una porquería de dolor y soledad.

Esto dejó muchas cicatrices, que arrastré por demasiado tiempo. Las consecuencias fueron diversas: no sentirme amado, pensar que no merecía el éxito, la idea de que el mundo no podía cambiar, además de una tristeza profunda difícil de sacudirme.

El llanto fue una forma hermosa de enfrentarme a ese dolor, pero fue mejor la terapia. Acudir con profesionales de la salud mental fue fundamental para cerrar heridas y borrar cicatrices. Lo hice por mi bien y el de los míos: hija, sobrinas, el resto. Hoy amo a mi madre y me llevo bien con ella (ya no es un monstruo). También despedí a mi padre con amor y convivo con mis hermanos a gusto. 

Perdoné y sané. Salí vivo. Invertí mucho tiempo y el dinero equivalente a un departamento. No fue fácil enfrentar mi pasado y curarme, pero valió la pena. Agradezco a psicoterapeutas, sanadores y chamanes. También a mis mejores amigos, colegas y hermanos, fueron un gran apoyo. Sané este síndrome (sí se cura) y tú también puedes hacerlo. Gracias.

Aún puedes inscribirte a mis talleres, iniciamos la próxima semana: a) Catarsis de año nuevo, b) Novela, c) Escribe tu libro y publícalo: Esta dirección de correo electrónico está siendo protegida contra los robots de spam. Necesita tener JavaScript habilitado para poder verlo.

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Daniel Zetina

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