La especulación en la construcción de la arquitectura es un decreto que se ha impuesto en la historia de la humanidad sin importar las discrepancias en las relaciones sociales.

La ley de los pueblos es el antecedente histórico de la arquitectura racista: los sistemas legales y las instituciones encargadas de hacer valer la ley son los principales opresores de la sociedad, que nos hacen entrever la falta de equidad, justicia e igualdad. La ley ha desafiado el uso perverso del espacio público en el territorio.

Hoy en día, la canalización del uso de espacios en la ciudad está más familiarizado al territorio carcelario y vigilante de actores políticos, que en ningún momento permiten la mezcla de culturas, ideales, raza, orientación sexual o de sociedades altamente desiguales de su economía.

El rol de la arquitectura en el racismo histórico tiene la problemática obsesión de la construcción de edificios desarrollados por hombre y mujeres que basan su concepto irreflexivo en los poderes hegemónicos. A menudo, el romanticismo platónico es el principal personaje en ejecutar la desigualdad en todas sus vertientes.

En la mayoría, los arquitectos sueñan con tener al cliente perfecto, sobrante de presupuesto, sin limitantes de diseño, con propuestas artísticas idealistas, narcisistas. Sin embargo, no se anhela la reflexión de las culturas, la demolición de las barreras racistas, clasistas y hegemónicas. Los planificadores niegan ante todo reconocer los legados racistas que ha dejado la conquista de los imperios hacia los países más pobres. En término resumido, son sueños que por desgracia son realidad.

El origen de un diseño racista nace en el lugar que menos uno esperaría, las universidades, escuelas y organizaciones.

La hipocresía de aquellas instituciones que dicen ser salvadores del mundo, son los principales en publicar el mensaje erróneo que, desde sus redes sociales, ocultan los muros invisibles.

No es suficiente que las instituciones redacten palabras de solidaridad si son ellos mismos los que provocan los diseños hostiles dispuestos a vigilar, detener, prohibir y encarcelar.

La complejidad del tema es ¡inmenso! Por lo que, sin duda, debemos poner atención y luchar, desde nuestra trinchera, para abolir lo que posiblemente sea la nueva era del “diseño esclavo”.