Por años, los gobernantes del pueblo mágico de Tepoztlán, Morelos, han insistido en la reubicación de los comerciantes del antiguo mercado municipal, que en aquel entonces era informal.
Fue en la administración del gobernador Cuauhtémoc Blanco Bravo que se dio a la tarea de desarrollar y ejecutar el proyecto del nuevo mercado municipal de Tepoztlán, a través de la Secretaría de Desarrollo Agrario, Territorial y Urbano (SEDATU), con una inversión de más de 134 millones de pesos, de acuerdo con varios medios.
La propuesta se desdibuja como una pequeña torre construida a partir de crujías metálicas que permite la modulación de sus espacios y circulaciones. La altura del edificio se comunica a partir de vistas con la Sierra Chichinautzin, siendo éste último uno de sus mayores atractivos, según palabras de los políticos que inauguraron el mercado.
Este escrito no pretende llegar a una queja, sino a una perspectiva personal, ya que -desde mi punto de vista- la realización de dicho proyecto da mucho que desear, porque un proyecto de esta magnitud debería ser uno de los proyectos más sobresalientes e importantes para cualquier municipio, y por supuesto que debió involucrar a su comunidad para la toma de decisiones, cosa que no sucedió.
El fin de semana tuve la oportunidad de volver a visitar el mercado, no puedo decir que se ve descuidado o que ha sido un fracaso, creo que para los visitantes funciona, y es justo eso, “para los visitantes”. Tepoztlán hoy en día es un pueblo mágico demasiado gentrificado que poco a poco está perdiendo la identidad cultural y de su comunidad. El mercado es sinónimo de la política “ciega” del gobierno que no quiere ver, de los gobernantes a quienes sólo les importa el dinero. El mercado representa todo lo anterior, una estructura metálica que se asimila a una escuela secundaria de gobierno sin identidad, y que en ningún momento se preocupó por la utilización de materiales de la región o de mano obrera local, pero no fuera una estructura metálica “contemporánea” ¡color rojo! fuera de escala con su prominente altura para tener “vistas hermosas” en un pueblo cuya altura máxima es de 9m sin contar el patrimonio histórico religioso. Entiendo que la SEDATU de Meyer Falcón quiso generalizar la arquitectura de todas sus propuestas en el país con el representativo color hacienda, pero eso no le da permiso de que en muchos sitios se rompiera la identidad del pueblo, y esto sucede por capricho de un político que quiere construir y construir con proyectos diseñados en 3 meses para ejecutar lo antes posible sin ningún tipo de acercamiento con las comunidades. En fin, cada uno tiene perspectivas diferentes ¿el mercado es capricho o falta de identidad?