Esta controversia pública se encuentra en un círculo donde hay intereses diversos, tanto políticos como mediáticos y se inserta en la batalla que libra no el ayuntamiento de Cuernavaca (del que forma parte la regidora Vera) sino el presidente municipal Manuel Martínez Garrigós en contra de grupos políticos, un medio de comunicación, partidos y hasta los gobierno estatal y federal.
El viernes por la noche veíamos en un segmento noticioso a la regidora acusar al ayuntamiento de Cuernavaca, directamente al presidente Martínez Garrigós de presionarla a través de acciones abusivas del poder: clausuraron el negocio de su familia, una cafetería de prestigio, que dio vida a ese corredor tan bonito como histórico entre el Marco Polo y La Casona Spencer en la calle Hidalgo, justo frente a La Catedral. Muchos hemos estado ahí, es un lugar de excepción, de los que dan lustre a la ciudad y, en efecto, generan empleos y brindan atención esmerada al turismo que tanto necesitamos. ¿A quién no le va a molestar que le cierren su fuente de abastecimiento para la familia y trabajadores? Más si se sospecha que es por cumplir con una obligación como regidor del municipio. (Será necesario que encontremos espacio para conocer, a detalle los beneficios que Vera como regidora le ha traído a sus representados de Cuernavaca, repetimos, con detalle porque es fundamental). Obviamente que de familia comerciante y crítico hace más de 30 años, conocemos de las reacciones del poder, sobre todo de imbéciles que buscando quedar bien lesionan a sus jefes. En el Ayuntamiento deben ofrecer información precisa, completa, de donde vino la orden y por qué. Para revisar si hay razones o no.
En los años 1980—1981 lo vivimos personalmente en varias ocasiones, incluso sacando del país a la familia directa (mujer e hijos) ante la evidente rabia del criminal gobernador Armando León Bejarano. Dos ocasiones lesionó a la familia y su patrimonio: una, llegando al anochecer cuando bajaban las cortinas, a la madre de los siete hermanos, Angela Frikas Lozano, a su hija Angélica y a la pequeña bebé de ésta, Tatiana, de apenas un año y meses de edad. Fueron llevadas a los separos de la Policía Judicial por un agente llamado Ángel Bobadilla (tío de Freyre, el asesino y secuestrador del hijo de la señora Isabel Miranda de Wallace, Hugo) y encerradas, madre, hija y nieta de meses, en una mazmorra durante la noche completa. La acusación: “La Güera” robó un reloj de pilas a una clienta que la acusó y por eso la aprehendieron. Nunca apareció la denunciante ni existía averiguación previa. Acto de poder de un gobierno perverso. Un policía se disculpó en corto con la jefa, que era de veras popular: “es por su hijo, el que escribe, hasta lo quieren matar, dígale que se vaya mejor señora”. Los hermanos tardaron en perdonar al que les redacta. “Es por las cosas que le escribes al gobierno. Tú tienes la culpa”, decían con sus razones. Nunca, en casi 32 años de ejercicio informativo hemos salido de Morelos. ¿Por qué? Si es cuestión de conciencia, que vengan otros lustros más.
De nada sirvió que un servidor llegara a tocarle la puerta al asesino Luis Villaseñor Quiroga, jefe de la macabra corporación, le mentara su madre, lo invitara a que las acciones las emprendiera directas, en contra nuestra. En el diario local que trabajaba nos negaron la oportunidad de defensa “porque lo puso el gobernador y no vamos a darle patadas al pesebre, tú entiendes”, dijo el apenado director de la época, el bien recordado don Jorge Mejía Lara, pero El Universal del que fungíamos de corresponsal, no se detuvo. Sí, recordamos juntos, Bejarano fue denunciado y huyó antes de caer preso a Costa Rica, donde su yerno Ángel Rafael Calderón Fournier era ministro de Relaciones Exteriores. El tema prescribió y don Armando, sin vergüenza, anda por aquí en Morelos, etiquetado como el peor gobernador de la historia, todavía en espera que alguno de los sucesores le quite el campeonato.
Otra vez “nos dieron” donde verdaderamente dolía: amanecieron los locales de la fonda con sellos, era domingo, el día bueno, cuando llegaban cientos de clientes y no parábamos desde las cinco de la mañana hasta las ocho de la noche, jornadas extenuantes pero gratificantes. Nos despertó la llamada de “La Güera”: “¡Otra vez por tu culpa, pendejo!”. Ya el mero Jara, el padre de los siete, en su estilo pasivo, nos explicó que había sello sobre sello, eran las cinco de la mañana y ya había gente en espera, que qué hacían. Nos pasó al mayor Esteban “El Piteco”, a Juan, a José Alfredo, a Angélica, a Héctor “El Borrego” y la Carmela. “Rompan los sellos y abran, voy a buscar al presidente municipal”. No llevábamos ninguna intención humilde ni peticionaria, se trataba de arreglar el asunto y estábamos en la puerta de Pepe Castillo Pombo, con el que lo menos que nos tratábamos era de “paisano de calle, de barrio, de ciudad y de Estado”. Le reclamamos y de inmediato reaccionó. “Me conoces cabrón, ‘La Güera’ es mi familia, todos la queremos. Que quiten los sellos y te aviso quiénes fueron los h… de su ch…”. Minutos después anunciaban el cese del administrador de mercados, el que resultó el ofrecido para poner los sellos. Y el alcalde Castillo (también bien reconocido y mejor recordado) llegó al negocio, habló con la jefa, se aventó su panza y se retiró saludando a decenas de personas que por turnos hacían centenas durante el día.
¿Quién y por qué cerraron “La Alondra” de la familia de la regidora? Primer punto.
¿Fue orden directa de Manuel Martínez Garrigós o de algún oficioso funcionario del ayuntamiento, que por cierto abundan?
Es donde se necesita la información precisa, porque un gobierno, cualquiera, no puede actuar con actitudes hitlerianas y menos cuando su titular, Manuel Martínez Garrigós, enfrenta retos serios para hacer una administración consolidada. El propio Manuel tiene que aclarar este punto, más allá de si Vera Sisniega corresponde que él, pasando por priistas de trabajo, que lloraron en las dos derrotas anteriores, leales a él, y en ésta sentían que su partido les daba lo que habían ganado, quedaron excluidos porque él la impulsó por su quehacer en actividades sociales importantes. Incluso, muchos se sorprendieron cuando la vieron en la lista, le encontraban un perfil partidista distante del PRI, un tanto socialista en la lucha. Un apartado de este conflicto es que los propios priistas, el ciudadano común de Cuernavaca, cualquiera que viva en la gran ciudad, comenté los beneficios que directamente han recibido en este año y medio de gestión de su regidora. Y lo mismo de otros representantes populares que desplazaron a los que estaban formados hace años y ahí siguen, como Carlos Rivapalacio Than, el hijo del ex gobernador Antonio Rivapalacio López. Carlos es un hombre maduro que hace su primera incursión política en el partido del que su papá es referente. Ha sido puntual en sus precisiones al interior del cabildo, lo que le ha valido también recibir respuestas no muy políticas.
Él, Carlos, estaba en la rueda de prensa ayer, ahí hicieron señalamientos que no tenemos detalle y en su oportunidad los ventilaremos. Si está ahí, seguramente cree que a su compañera regidora, Juan, el hermano del que escribe, la amenazó. Es un punto que lo hacemos público, porque entre tantos comentarios desfavorables, abiertamente en contra, que a través de los años la familia del que escribe ha sido receptora, éste es el único al que podemos darle respuesta precisa y clara: la formación no camina en dirección de amedrentar o abusar de desvalidos ni poderosos. Todo menos ello. No, aunque de una vecindad, un barrio y un mercado popular, los valores que ahí se aprenden no caminan del lado de la perversidad. Quizá sea malo enseñar las herramientas, pero en la familia de un servidor siempre dejamos nombre y dirección (Juan lo ha hecho recientemente con un medio de información, presuntamente intocable, realmente en caída gracias a su obstinación de cambiar comunicación por golpeteo), normalmente lo hacemos público y cuando de plano nada se puede hacer porque está en manos más allá de muestra posibilidad (como la amarga experiencia que vive con sus hijos y familia un servidor ante la pérdida de tu sangre, de tu carne, que Carlos puede preguntar en casa), esperamos que las cosas tengan su desarrollo y final.
Juan Jaramillo Frikas, el hermano que le sigue al que escribe, es dueño de un estilo personal que a muchos puede no agradarle, pero no un perverso como tantos trajeados, bien hablados que saben guardar su maldad. Por lo tanto, la regidora Vera tiene que presentar ante las autoridades que correspondan sus elementos y que actúen. Es lo normal. A Carlos Rivapalacio, esperamos que a los años de edad le sume su conocimiento profesional y que consulte en casa los temas que crea álgidos. Porque si en un inicio de la columna mencionábamos que era un tema de varios puntos, uno de ellos, el mediático (que él, Carlos, conoce mejor que nadie como fuente de los enemigos del presidente de Cuernavaca), lo de menos es ofender, difamar y esconder firma y mano, o colocar un hediondo “blog” para que entre tanta estrategia de anti vacunas que según se ponen porque la batalla por alcanzar la credibilidad ha sido dura, aparece una que deben leer por si les interesa, donde a modo de aviso clasificado (desde el bunker que han diseñado para su guerra sucia) le ponen precio a la cabeza de Juan de 100 mil dólares y avisan a “los sicarios”. Creer esto sería como hacer válido tanto dicho en torno a la pareja de regidores, que va a lo extremo en la cercanía, y a pesar del tiempo, de ser, entraría en terrenos de lo personal, sería cosa de dos.
En la familia Jaramillo Frikas tenemos a la novena generación de nativos de esta tierra y nunca hemos migrado. Hemos vivido sinsabores pero nunca, en el modelo de enseñanza familiar, se tira la piedra y esconde la mano. Nos remitimos a cualquier prueba. Esperamos que los regidores, también. Y vamos donde corresponda, que tope donde ajuste.
1 comentario
Hey
q podemos decir de frikas que es el que se encarga de… Compartelo!