El Instituto Mexicano del Seguro Social advierte que estos productos no aportan beneficios reales al organismo y, por el contrario, pueden ocasionar múltiples efectos negativos.

El bienestar integral depende tanto de lo que comemos como de lo que bebemos; por ello, resulta fundamental conocer la composición de los líquidos que consumimos, especialmente aquellos que se promocionan ampliamente y se han vuelto parte de la vida cotidiana de muchas personas.
Debido a su elevada concentración de azúcares, sodio y otros ingredientes que favorecen problemas como obesidad, diabetes, hipertensión y aumento de peso, el IMSS desalienta la ingesta de bebidas energizantes, señaló la supervisora de Proyectos de Nutrición, Alma Belén Membrila Torres. La experta explicó que, aunque su imagen comercial las presenta como alternativas que combaten el cansancio y ofrecen un impulso inmediato, no son opciones saludables.
Membrila Torres destacó que, antes de recurrir a este tipo de líquidos, es esencial identificar el origen del agotamiento, ya que puede estar relacionado con una alimentación deficiente, mala calidad del sueño, deshidratación o altos niveles de tensión cotidiana que muchas veces pasan desapercibidos.
La especialista recordó que la recomendación más adecuada es mantener una hidratación constante con agua simple. Para los adultos, indicó, se sugieren unos dos litros diarios, mientras que en niñas y niños en etapa escolar se recomiendan entre cinco y ocho vasos al día. Estas cantidades corresponden únicamente al consumo de agua, no a otras bebidas.
También explicó que el cuerpo requiere agua para llevar a cabo funciones indispensables: el trabajo renal, el tránsito intestinal, la digestión, el traslado de nutrientes y el control de la temperatura. Cada órgano necesita de este recurso para operar correctamente, afirmó.
Al referirse a los efectos inmediatos de las bebidas energéticas, Membrila Torres señaló que la sensación repentina de “vitalidad” se debe a la gran cantidad de azúcar y cafeína que contienen, pero sus consecuencias aparecen en poco tiempo: episodios de insomnio, fatiga repentina o alteraciones en el estado de ánimo.

Aseguró que su uso puede comprometer la salud, ya que favorece arritmias, aceleración del ritmo cardiaco y alteraciones del sistema nervioso. En personas con padecimientos como presión alta, diabetes o niveles elevados de triglicéridos y colesterol, los riesgos aumentan y pueden manifestarse en mareos, taquicardia e incluso convulsiones. Además, combinar energéticos con alcohol representa un peligro mayor por la falsa sensación de alerta que generan.
La nutrióloga insistió en que estos productos no deben ofrecerse a menores ni adolescentes, así como tampoco a mujeres embarazadas o en etapa de lactancia. En el caso de los adultos mayores, su consumo también es riesgoso debido a la frecuencia con la que presentan enfermedades cardiovasculares o metabólicas.
Para finalizar, Membrila Torres reiteró que la señal más clara de deshidratación es la sensación de sed, y que la forma más segura de mantener el equilibrio del organismo es beber agua simple a lo largo del día. “No hay mejor opción para el cuerpo”, subrayó.
