En los últimos años, muchas personas han buscado opciones más naturales al azúcar refinada, y el piloncillo —también conocido como panela en algunos países— se ha ganado popularidad. Este endulzante tradicional, hecho a partir del jugo de caña sin refinar, es considerado por muchos como una alternativa más saludable, pero ¿realmente lo es?

Qué es el piloncillo
El piloncillo se obtiene al hervir y evaporar el jugo de caña hasta que se solidifica, sin pasar por el refinamiento que elimina nutrientes naturales. Su color oscuro, sabor profundo con notas a caramelo y textura densa lo distinguen del azúcar blanca, que es prácticamente sacarosa pura. Además, conserva pequeñas cantidades de vitaminas del grupo B, calcio, hierro, potasio y magnesio.
Por ello, es ideal para endulzar bebidas, postres o platillos tradicionales como atole, café de olla o buñuelos, ofreciendo un sabor más auténtico y rústico.

¿Es más saludable que el azúcar refinada?
Aunque aporta nutrientes que el azúcar blanca pierde en el proceso de refinamiento, las cantidades son mínimas y no constituyen una fuente significativa de micronutrientes. En cuanto a calorías, la diferencia es casi imperceptible: una cucharadita de azúcar blanca aporta unas 16 calorías, mientras que la misma cantidad de piloncillo contiene entre 15 y 17. Sin embargo, su índice glucémico puede ser ligeramente menor, elevando la glucosa en sangre de forma más gradual.

Beneficios y precauciones
El principal beneficio del piloncillo es su mínimo procesamiento: conserva los compuestos naturales de la caña y no contiene aditivos ni blanqueadores químicos, lo que lo hace una opción más “limpia” frente a productos refinados.
No obstante, sigue siendo azúcar, y un consumo excesivo puede provocar aumento de peso, caries, resistencia a la insulina y riesgo de enfermedades metabólicas. Su uso debe ser moderado, como parte de una alimentación equilibrada.
El piloncillo es ideal para quienes buscan un sabor auténtico y reducir productos industriales, pero no sustituye la necesidad de limitar la ingesta total de azúcares añadidos. La clave para la salud no está solo en cambiar el tipo de azúcar, sino en consumirla con moderación.
