En México sabemos que la llegada de diciembre anuncia el ya conocido y esperado maratón Guadalupe-Reyes, que no significa otra cosa que una época en donde abunda la comida y bebida en cualquier lugar a donde vayamos. Después de los festejos muchas personas terminan con algunos kilos de más. Para algunos, esto es un problema de estética que se resuelve con disciplina en un par de meses posteriores a las fiestas, pero para muchos otros esta situación puede complicar de manera importante su salud.
La obesidad es uno de los problemas de salud pública más importantes del siglo XXI porque es un factor de riesgo crítico para múltiples enfermedades crónicas. Su prevalencia ha aumentado de manera continua en prácticamente todos los grupos poblacionales, impulsada por cambios en los estilos de vida, el sedentarismo y la alta disponibilidad de alimentos hipercalóricos. Sin embargo, más allá de su dimensión epidemiológica, la obesidad tiene implicaciones fisiológicas importantes: altera el metabolismo de la glucosa, favorece la resistencia a la insulina, incrementa la inflamación sistémica y se asocia con un mayor riesgo de diabetes tipo 2, enfermedades cardiovasculares, ciertos tipos de cáncer y disminución de la calidad de vida.
Hasta la fecha, las estrategias para la pérdida de peso han incluido tratamiento farmacológico, dietas balanceadas y de preferencia personalizadas y la realización regular de ejercicio. Desgraciadamente, estas estrategias han tenido poco éxito debido a que la obesidad es un problema multifactorial, en donde participan otros factores que van desde el nivel socioeconómico hasta factores de predisposición genética de las personas.
Uno de los avances más importantes en este campo ha sido el descubrimiento de un péptido conocido como GLP-1 (Glucagon-Like Peptide-1). Este péptido se produce de manera natural en nuestros intestinos y su función principal es modular la secreción de insulina, una hormona que se produce después de ingerir alimentos y permite regular los niveles de azúcar en la sangre. En varios estudios se observó que los pacientes con diabetes tipo 2 producen bajas cantidades de GLP-1, por lo que se propuso sintetizar moléculas que imitarán su función. Los resultados fueron tan impresionantes que su eficacia llevó rápidamente a su aprobación y comercialización para el tratamiento de la diabetes tipo 2, convirtiéndose en una de las innovaciones más relevantes en el campo de la endocrinología metabólica. No obstante, la historia no se detuvo ahí, los pacientes que fueron tratados con estos fármacos también mostraron una pérdida de peso considerable y sostenida.
Diversas agencias regulatorias, como la FDA en Estados Unidos, y la EMA en Europa, aprobaron el empleo de algunos de estos medicamentos específicamente para el manejo de la obesidad, basándose en resultados sólidos que demostraron reducciones de peso clínicamente significativas y mejoras en parámetros cardiometabólicos. Recientemente, la Organización Mundial de la Salud (OMS) incorporó el uso de estos medicamentos en sus recomendaciones para el tratamiento de la obesidad [1], reconociéndolos como una herramienta terapéutica esencial para tratar la obesidad, que incluye cambios en el estilo de vida y seguimiento clínico continuo.
El reconocimiento de estos medicamentos representa una transformación significativa en la percepción de la obesidad. Al ser reconocidos como un tratamiento especializado para una enfermedad crónica, se combate el estigma de que la obesidad es resultado de la falta de voluntad, esfuerzo o disciplina de los pacientes.
Hace un par de días, los centros especializados en obesidad en Francia integraron los medicamentos tipo GLP-1 como parte normal de su tratamiento, y aunque restringen su uso para fines estéticos o con otras indicaciones, enfatizan su uso cuando el paciente lo necesita. Esta es la primera aprobación por parte de un país y seguramente será seguida por muchos otros que van a ir incluyendo este tratamiento en sus sistemas de salud.
En la actualidad, el precio del tratamiento es bastante elevado. Para una de las marcas más comerciales, una dosis de este tratamiento ronda los $4500, es por ello que es muy importante que en nuestro país, que además es uno de los que tienen los índices más elevados de obesidad en el mundo, se realicen las gestiones pertinentes para disminuir los costos, así como para agilizar la incorporación de este tipo de tratamientos de forma regular y regulada, ya que como se ha visto en otros países, se empieza generar un mercado negro de estos tratamientos que puede poner en riesgo la salud de miles de personas .
Estamos entrando en la era de la medicina de precisión con moléculas mucho más efectivas y específicas, donde se busca brindar el tratamiento más adecuado a los pacientes, y gracias a los años de investigación financiada de manera pública y privada estamos encontrando soluciones más efectivas a enfermedades crónicas que nos han costado una gran cantidad de vidas y de recursos económicos en el pasado. El reto ahora es hacerlos accesibles para los que más lo necesitan [2].
Ligas de interés:
