Hace tan solo una semana, el Centro para el Control de Enfermedades (CDC por sus siglas en ingles) de Estados Unidos, publicó un inesperado anuncio en su página de internet [1], el cual dejó en shock a la mayoría de la comunidad científica, y a su vez ha empezado a cambiar la opinión pública, reforzando el movimiento antivacunas de nuestro país vecino del norte.
La nueva página de la CDC se titula “Autismo y Vacunas”, la cual retoma un tema cuya discusión se pensaba concluida después de 25 años de estudios científicos. En resumen, la información desplegada se basa en tres puntos clave: 1) "Ningún estudio demuestra que las vacunas no causen autismo" 2) "Se han ignorado los estudios que respaldan una relación entre vacunas y autismo” y 3) “El departamento de Salud y Servicios Humanos (HHS por sus siglas en inglés) ha lanzado una evaluación sobre las causas del autismo incluyendo investigaciones sobre mecanismos biológicos plausibles y potenciales relaciones causales”.
Antes de abordar los puntos citados, quisiera hablar un poco sobre cómo se originó el mito de que las vacunas causan autismo en niñas y niños, así como también la evidencia científica que se ha reunido en casi 30 años para refutar esta idea [2,3]. El 26 de febrero de 1998, en Londres, el médico Andrew Wakefield presentó una investigación publicada en la prestigiosa revista científica The Lancet, en la que decía que 12 niños habían desarrollado comportamientos autistas e inflamación intestinal grave. Lo que tenían en común, según su estudio, era que los niños tenían restos del virus del sarampión que provenían de la vacuna triple viral (sarampión, paperas y rubeola) que les había sido aplicada como parte de su esquema de vacunación. La sugerencia fue suficiente para que los índices de vacunación en Reino Unido empezaran a bajar y más tarde en varias partes del mundo, generando un miedo a la vacunación. Algunos años después, se descubrió que antes de la publicación del artículo de Wakefield, éste había pedido la patente para una vacuna contra el sarampión que competiría con la triple viral, algo que se interpretó como un conflicto de intereses. Pero todo el asunto fue mucho más allá, ya que en el estudio original Wakefield decía que había vestigios del virus del sarampión en los 12 niños analizados, pero un médico que lo ayudó en esa investigación salió a decir públicamente que, en realidad, no se había encontrado el virus en ninguno de ellos. En 2010, el Consejo General de Medicina de Reino Unido le retiró su licencia médica a Wakefield, calificando su comportamiento como "irresponsable", "antiético" y "engañoso". Por su parte, la revista The Lancet se retractó del estudio publicado por Wakefield, diciendo que sus conclusiones eran "totalmente falsas". Otros organismos como Autism Speaks, dedicados al estudio y el debate sobre el autismo, decidieron posicionarse a favor de la vacunación. La mayoría afirman que las vacunas no causan autismo y pidieron encarecidamente que la gente vacune a todos los niños. Es curioso que, si uno revisa la página de la CDC en español, puede encontrar información que afirma que no hay relación entre las vacunas y el autismo [4], lo que resulta incongruente con la reciente página publicada, pero en la versión de inglés.
Los tres puntos desarrollados en la reciente página de la CDC tienen un blanco muy específico, que es la población de los Estados Unidos, y su intención es política y muy perversa, ya que puede afectar tanto la salud de la población estadounidense, pero también la de todo el continente americano. Analicemos cada uno de los tres puntos:
1) "Ningún estudio demuestra que las vacunas no causen autismo"
La página afirma reiteradamente que no hay estudios que respalden la afirmación de que las vacunas infantiles no causan autismo. Sin embargo, hay muchos estudios a gran escala en varios países del mundo que comparan a niños vacunados con no vacunados y no encuentran un aumento en los casos de autismo en los vacunados. Esta es una forma correcta y científica para afirmar que no existe una relación causal entre las vacunas y el autismo, pero hay que tomar en cuenta que ningún estudio científico puede afirmar que el riesgo de algo es absolutamente cero. No obstante, tratar de desacreditar todos estos estudios y el esfuerzo de investigación de más de 30 años, es manipulación y nos lleva al siguiente punto.
2) "Se han ignorado los estudios que respaldan una relación"
La página afirma que las autoridades de salud (en Estados Unidos) han ignorado los estudios que respaldan la relación entre vacunas y autismo en niños. La realidad es que las revisiones sistemáticas y los metaanálisis incluyen el pequeño número de estudios (poco más de cien) que sugieren posibles asociaciones, pero a menudo son calificados como de baja calidad o tienen serias limitaciones, como el mismo estudio de Wakefield, que fue solamente en 12 niños y con todos los problemas mencionados. Por ejemplo, hay estudios que correlacionan la exposición al aluminio y la prevalencia del autismo. Datos recientes y contundentes que examinan directamente las vacunas que contienen aluminio y su relación con muchos problemas de salud, incluido el autismo, no encuentran una asociación. Por lo tanto, no se están “ignorando", simplemente hay estudios con limitaciones científicas y técnicas que no pueden ser tomados en cuenta de la misma manera que miles de estudios mucho más robustos.
3) “El HHS ha lanzado una evaluación sobre las causas del autismo incluyendo investigaciones sobre mecanismos biológicos plausibles y potenciales relaciones causales”.
¿Se puede confiar en un departamento de salud que está dirigido por una persona que no es objetiva? El secretario de Salud, Robert F. Kennedy Jr., tiene una larga historia en el movimiento antivacunas. Si a esto le sumamos que su formación no es médica o científica, uno se puede cuestionar la pertinencia de tener como secretario de salud a una persona con una ideología que puede comprometer su trabajo. Sin embargo, ha declarado que él dirigió personalmente la nueva guía de los CDC sobre vacunas y autismo, misma que se menciona en la página web en cuestión [5] y cuya veracidad ha sido cuestionada y refutada por otros [6].
Actualmente, editoriales científicas y periodísticas independientes reafirman que las vacunas no causan autismo, citando la misma base de evidencia que la página de la CDC. Por lo tanto, el cambio de redacción no se basa en la evidencia, se trata principalmente de un cambio de comunicación y política, que satisface la ideología de una persona en un puesto de poder.
Mi opinión, estrictamente científica, es que la evidencia disponible basada en numerosos estudios poblacionales y revisiones sistemáticas apunta a que las vacunas no son una causa significativa de autismo en niñas y niños. Si bien no se puede demostrar matemáticamente un "riesgo cero", el posible riesgo es muy pequeño y el beneficio de las vacunas es mucho mayor. En México, podemos observar que la incidencia de autismo es 4 veces menos que la de Estados Unidos, y durante muchos años nuestros índices de vacunación han sido mucho más altos que los de ellos.
La ciencia rara vez demuestra algo negativo. En este caso considera que el autismo tiene múltiples causas, teniendo como principales factores de riesgo confirmados los genéticos, la edad avanzada de los padres al procrear, algunas afecciones maternas (diabetes u obesidad) y algunas infecciones/inflamaciones durante el embarazo. Para un niño en específico, la ciencia generalmente no puede identificar una sola causa, solo se logra identificando patrones de riesgo observados en grandes grupos poblacionales. Por lo tanto, vacune a sus hijos sin temor alguno.
Ligas de interés:
[1] https://www.cdc.gov/vaccine-safety/about/autism.html
[3] https://www.bbc.com/mundo/noticias-40776371
[5] https://cnnespanol.cnn.com/2025/11/21/salud/rfk-jr-dirigio-nueva-guia-cdc-vacunas-autismo-ap
