En mi contribución anterior reflexionaba acerca de cómo las consideraciones estéticas pueden moldear la decisión de rescatar o no a una especie, sin importar su papel en un ecosistema, y empecé a buscar en qué otros aspectos de nuestra vida tenemos consideraciones estéticas que pueden estar generando más problemas que soluciones.
Empecemos con las plantas, una de las primeras modificaciones que hemos hecho es la creación de jardines donde el objetivo es la contemplación y, a primera vista, esto no podría causarnos ningún problema, siempre y cuando las especies ahí cultivadas sean nativas. Pero una vez que importamos plantas que, aunque sean muy hermosas, si son originarias de otras regiones pueden convertirse fácilmente en especies invasoras. Uno de los ejemplos más claros son las plantas ornamentales llamadas Kalanchoes, que son endémicas de Madagascar y que se han propagado en diversos lugares de México. Estas plantas al no tener depredadores nativos y probablemente encontrase en un entorno más nutritivo, crecen de manera acelerada, lo que hace que desplacen especies endémicas, además de que presentan una elevada toxicidad en mascotas como perros y gatos [1]. Sin ir muy lejos, en la CDMX las palmeras, y en Cuernavaca los ficus, comenzaron a morir víctimas de alguna plaga o infección para la cual no tienen defensas, ya que no son especies nativas o endémicas del lugar. En algún momento dado, alguien tomó la decisión de plantar cientos de estos árboles, basándose solo en la estética y no en los factores biológicos y ambientales.
Las frutas y las hortalizas también son víctimas de los estándares estéticos. Un estudio publicado en el Journal of the Academy of Marketing Science [2] encontró que los consumidores tienden a rechazar frutas y verduras con imperfecciones estéticas, como manchas o formas irregulares, incluso, si su sabor y valor nutricional son equivalentes a los productos "perfectos". Las imperfecciones disminuyen la disposición a pagar y la percepción de calidad del producto, y por eso mismo es que en las grandes cadenas de supermercados encontramos una gran cantidad de productos perfectos. Estas elecciones no están libres de consecuencias. Un estudio realizado en 2018 por la Universidad de Edimburgo [3] estimó que en Europa se desperdician alrededor de 50 millones de toneladas al año de frutas y verduras por ser “feas”. Aunque no hay datos para México, no es difícil imaginar que también hay un desperdicio considerable por las mismas causas. El impacto podría ser mayor porque esto se puede traducir en pérdidas para los productores o en tomar decisiones de solo cultivar un tipo de producto.
Finalmente, otras de las especies afectadas por nuestros gustos estéticos son los perros. Desde la domesticación de los lobos hace miles de años, los seres humanos seleccionamos ciertas características que nos fueran útiles. Por ejemplo, se seleccionaron en función de sus aptitudes para colaborar en la caza, cuidar los refugios y tener bajos niveles de agresividad, pero aparentemente también fuimos seleccionando ciertas características físicas, como que tuvieran el hocico más corto, el cráneo más ancho y una apariencia de tener los ojos grandes en relación con el resto de la cara, lo que es una característica prominente en los bebés humanos y se asocia con la percepción de ternura y la motivación para cuidar de ellos por parte de los adultos [4]. Esto en sí mismo no debería ser un problema, aunque muchas personas utilizan este criterio estético para adquirir a sus mascotas sin considerar el temperamento y las necesidades propias de la raza y aquí es donde entra el problema. De unos 6 años a la fecha, tanto en Estados Unidos como en México se ha reportado un elevado nivel de abandono de mascotas de la raza Husky siberiano [5]. De acuerdo con varias observaciones, se debe a que cuando son cachorros son muy bonitos, sus ojos azules y su apariencia de lobos en miniatura los hace altamente atractivos, pero una vez que crecen y que los dueños se dan cuenta que son sumamente activos, con una tendencia fuerte a buscar presas y una baja tolerancia a estar en espacios pequeños, terminan abandonándolos en refugios en el mejor de los casos, o bien, los liberan a la calle generando diversos problemas como formación de manadas que pueden contribuir a esparcir la basura o enfermedades, ya que no son vacunados o bien podrían agredir a otras mascotas o personas.
La solución a los problemas antes mencionados no es trivial y no depende de una sola persona, sino de la sociedad entera; la solución está en nuestras manos. La propuesta es que utilicemos el pensamiento crítico y aprovechemos el acceso a la información que tenemos en la actualidad. Por ejemplo, si estamos pensando en adquirir una mascota hay que investigar más acerca de ella, sus necesidades, el costo de alimentos y vacunas e, incluso, su tiempo de vida. Una mascota es un compromiso de entre 12 a 18 años, dependiendo la raza. Si estamos pensando en adquirir una planta hermosa que vimos en algún vivero para nuestro jardín, investigar que no sea tóxica o especie invasora, y cuando se trate de frutas y verduras preferir otros atributos, como sabor o nutrientes, más allá de que se vean perfectas. Finalmente, quiero resaltar que esta no es una reflexión en contra de la belleza, más bien, es una invitación a repensar nuestros criterios estéticos en ámbitos de la vida que pueden tener repercusiones en nuestro entorno.
[2]https://link.springer.com/article/10.1007/s11747-021-00783-1?utm_source=chatgpt.com
[4]https://journals.plos.org/plosone/article?id=10.1371/journal.pone.0082686
[5]https://rockykanaka.com/why-are-there-so-many-huskies-at-animal-shelters/