Hablamos de los posicionamientos en pro y en contra de una marcha programada para este primero de abril, convocada para reclamar mejores resultados en materia de seguridad, para que quienes han sido víctimas del delito, puedan sacar sus angustias y compartirlas con muchos otros, pero también como instrumento de golpeteo entre militancias y visiones contrarias.
Y ayer pudimos, en un lapso mínimo de tiempo, escuchar la voz de quienes consideran inconveniente ir a esa manifestación de protesta, miembros del movimiento de la red por la paz, que encabeza el escritor y poeta Javier Sicilia, quien toma distancia del evento; y la contraparte, representada en Gerardo Becerra Chávez de Ita, razonando el por qué de las acciones.
Si revisamos concienzudamente las expresiones de cada parte, encontraremos justificaciones válidas en ambas, sin embargo ese distanciamiento en el pensamiento y el proceder, sólo enrarece más el clima de malestar que a la mayoría de los morelenses embarga.
Desde este espacio no podríamos censurar a nadie, cada quien sabe el dolor que lleva dentro y el porqué de sus actos, pero lo que nos preocupa es volver a vivir tiempos de canibalismo político, ya que en otros momentos mostraron no ser la vía correcta para la solución de nuestros males.
Quienes tienen la capacidad para hacerlo, deberían llamar a la cordura, al entendimiento y valorar hasta dónde es conveniente llevar el conflicto al extremo, como ocurriera en 1998, cuando la inestabilidad sociopolítica llevó a Jorge Carrillo Olea a renunciar al cargo a mitad del camino, obligando a sustituciones que no eran lo más recomendable para resolver los problemas.
Sólo recordaremos que aquellos sucesos provocaron un letargo y estancamiento muy prolongado, que todavía quedan huellas de los efectos negativos que esas diferencias en política causan en el desarrollo de los pueblos y de las comunidades, en este caso, de Morelos.
Somos una de las entidades con más rezago histórico en todos los sentidos, nuestros vecinos cuentan con mayores niveles de desarrollo, sobre todo estructural, salvo mínimas modificaciones. El estado parece ser el mismo que dejó al término de su administración Lauro Ortega Martínez, fue el último gobierno que mostró transformaciones importantes, pero hace 26 años que el señor dejó el cargo.
De ese tamaño es el daño que se puede generar en caso de seguir abriendo la brecha de la confrontación política y social, es decir, continuar abonando en el retroceso e improductividad que sólo golpea a las clases sociales más desprotegidas y marginadas, que ya están en la sobrevivencia.
Mucho de lo que está pasando tiene que ver con la ausencia de entendimiento, de diálogo entre aquellos que piensan diferente y la política debe ser todo lo contrario, es decir de discusión y reflexión, pero en términos civilizados, congruentes, de tolerancia y humildad.
El gobierno de Graco Ramírez Garrido necesita mayor sensibilidad, hay muchos de sus colaboradores que perdieron piso, muestran muchas actitudes de soberbia, eso sólo causa problemas y distanciamiento con los gobernados, pero sobre todo da armas a los contrarios para la descalificación y el ataque, ahí se tendrá que hacer un gran trabajo para que esos servidores públicos vuelvan a tocar el piso.
Lo dijimos en su oportunidad, las cosas se van a complicar a medida que el Gobierno se aproxime a sus 18 meses, a lo mejor fue un mal cálculo prometer acabar con lo más delicado de la inseguridad en esos términos, el monstruo era más grande lo que lo que pensaba.
En ello se generaron los elementos suficientes para la reacción, hubo quienes llevaron medición puntual de las fechas, fue un testimonio público. El asunto es que los avances en esa materia han sido casi simbólicos, tanto, que el gobernador decidió sustituir a Alicia Vázquez Luna al frente de la Secretaría de Seguridad Pública (SSP), a pesar de que se le dio tanto espacio y margen de poder.
El arribo de Jesús Alberto Capella Ibarra tampoco ha sido muy bondadoso, los índices criminales se mantienen, particularmente el robo, el secuestro, generando enojo colectivo, y no obstante que la incidencia pudiera ser mucho menor que la que se presentaba hace dos años atrás, la percepción social parece contraria, por la resonancia de cada caso.
Ha sido una mala estrategia sumar a los movimientos derivados de la inseguridad otros factores, como el relacionado a la aprehensión del ex secretario de finanzas del gobierno anterior, Alfredo Jaime de la Torre, esto predispuso a los panistas a endurecer su posición e incluso a pedir respaldo de otras fuerzas políticas para evitar que cayeran más personajes.
Qué decir de la insistencia a favor del aborto y los matrimonios gay, el sector eclesiástico entró en cólera, por eso se menciona que el obispo Ramón Castro Castro estaría invitando a participar en la marcha, cosa que garantizaría una importante concurrencia.
Hay pues ciertos detalles que pudieron evitarse y de ser necesario tratarse en tiempos posteriores a la marcha, pero que se agregaron a la mesa de los conflictos, multiplicando las inconformidades. A pesar de todo eso, se tendría que pensar muy bien hasta dónde se pretende estirar la liga en torno al conflicto político social, buscando no empujar a escenarios catastróficos para el estado.
La responsabilidad de todos es buscar puntos de coincidencia, en la lucha por lograr dejar atrás aquello que nos hace daño en la batalla por contar con mejores oportunidades, en espacial para las generaciones que vienen y lo que apreciamos no va precisamente en esa ruta.