Hay una frase que describe de manera precisa lo que está sucediendo en las escuelas, sobre los constantes conflictos entre alumnos y padres de familia con maestros y personal educativo: “cuando la familia educa, la escuela puede enfocarse en enseñar”.
El grito desesperado de docentes que tuvieron que recurrir a una ley que les permita ampararse ante agravios cometidos por alumnos o padres de familia —según ellos muchas veces sin fundamento— sería el reflejo de una sociedad en decadencia en sus elementos más básicos: el respeto, el sentido de convivencia, la capacidad de diálogo y la interacción con una figura de autoridad.
Suficiente responsabilidad tiene un maestro que todos los días trata de formar académicamente a sus alumnos, y además debe cumplir con su pesada carga administrativa, como para también atribuirle la labor de educar no sólo al estudiante, sino al mismo tutor.
El llamado de ayer para privilegiar el diálogo ante cualquier conflicto en el ámbito escolar, es sensato y debe ser atendido por las partes.