El pleito del miércoles pasado entre los senadores Alejandro Moreno y Gerardo Fernández Noroña desbordó una tensión que amenazaba con estallar desde tiempo atrás con el nivel de debate político en el Congreso de la Unión y con el activismo de representantes populares de oposición como la senadora Lilly Téllez.
En el Senado se fraguó un episodio de la honda polarización en la vida política en el país, en el escenario de la asunción de un Poder Judicial cooptado por el régimen y el avance progresivo de una maquinaria totalitaria de asalto a las libertades civiles de los mexicanos.
El ciudadano sólo puede sentir vergüenza por la estatura de los dos senadores que se enfrascaron en la trifulca de la semana pasada: el priista abandera a una oposición inofensiva y el morenista visibiliza la farsa de su movimiento.