Vivimos en un momento histórico donde las ciudades son más densas, complejas e inhabitables que antes. El calentamiento global empeora la calidad de vida de los que somos residentes de ciudades, ya sean medianas o grandes. Vivimos en gigantescas “jaulas urbanas” que deterioran nuestra salud. El sistema capitalista nos somete a una catastrófica vida social donde la única motivación es hacer dinero dejando a un lado nuestras relaciones personales.
Una persona común que habita en una gran ciudad del territorio mexicano vive en un departamento de 60 a 80 m2, en el mejor de los casos. Vive en un departamento sin ningún espacio que lo vincule al exterior, en un edificio a un costado de una avenida principal grande y ruidosa, alejado de todo. Su trabajo queda a una distancia muy larga, por lo que es obligado a trabajar desde casa o en días de ir a la oficina se la pasa horas atascado en el tráfico en el interior de su automóvil. Como todo le queda lejos no puede ir a comer cerca caminando, y como el traslado en automóvil es muy largo y tardado prefiere pedir por aplicación envío a domicilio. Cuando decide salir se traslada en automóvil por mucho tiempo a un gimnasio o a un bar. A pesar de vivir en una ciudad con millones de personas, esta persona se siente sola, ya que no tienen ningún incentivo que propicie el encuentro social.
En el caso anterior, parece ser irreal, pero es la verdadera situación de millones de personas; el motivo: una ciudad dispersa, sin propósito. Las ciudades deberían propiciar, en todo momento, el encuentro. Un correcto diseño urbano favorece el encuentro social. Esto se entiende como “la ciudad de encuentro”.
Una ciudad de encuentro es: un espacio urbano que funciona como lugar de interacción y convivencia entre sus habitantes y visitantes. No solo se refiere a puntos geográficos específicos donde la gente se reúne, como plazas, parques o estaciones, sino también a la ciudad en su conjunto como un escenario colectivo donde se producen intercambios culturales, sociales y económicos.
Estos espacios de encuentro en la ciudad pueden ser públicos y accesibles, diseñados para facilitar la interacción social, el diálogo, el respeto y la convivencia pacífica entre personas de diferentes orígenes y culturas. Además, sirven para fortalecer el sentido de pertenencia, la diversidad, y la vida comunitaria, integrando tanto a residentes como a turistas (Miguélez, 2004).
En síntesis, una ciudad de encuentro es un lugar que facilita espacios y crea las condiciones necesarias para que las personas se reúnan, compartan vivencias, interactúen y formen comunidad, favoreciendo así una vida urbana más diversa, activa y enriquecida culturalmente.