Sociedad

Sanación, ¿cómo se hace?


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Sanación, ¿cómo se hace?


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En entregas anteriores hablé de mis circunstancias de vida desfavorables; añadí que ya no estaba bajo el yugo del dolor; hoy hablaré de cómo he sanado sin morir en el intento. El DLE define sanación así: “Curación por medio de prácticas esotéricas o de terapias alternativas”; mientras que sanar es: “Restituir a alguien la salud que había perdido” (RAE, 2024). La primera proviene del latín sanatio y la segunda de sanāre. Prefiero sanación, me parece más amplio.

Otras formas serían: curarse, componerse, remediarse, alivianarse, recuperarse, salvarse. Siempre es una trilogía: se sana cuerpo, mente y espíritu. Además, implica una mejora de las relaciones sociales. En concreto: hay que sanar el cuerpo (síntomas) y la mente (causas), también el alma (lo místico, lo esencial). Con ello, tendemos a ser mejores personas, logrando el éxito (lo que eso signifique para cada quien).

Mi primer paso fue aceptar que yo estaba dañado, que había un mal o varios, añejos, dentro mío, con evidencias biológicas. Fue uno de los pasos más importantes y difíciles de ejecutar: asumir que estaba mal, que no estaba bien. Hice una indagación sobre lo que tenía y las diferentes opciones para tratarme. Comencé con lo básico, realizándome estudios alópatas, con un médico internista. Mi detonador para sanar de fondo fueron fuertes episodios de ansiedad y pánico, que parecían llegar de la nada.

Mi cuerpo, a pesar de tener dolencias menores, estaba bien, todo curable con tratamientos sencillos. Mi estilo de vida no era tan adecuado, por el estrés y la presión que tenía como nuevo profesionista, recién estrenado esposo y padre que mantenía a su familia y tenía ambiciones. Eso y un pasado muy pesado. Entonces comenzó lo bueno: la psicoterapia. Preguntando y analizando, opté por la terapia Gestalt, que tomé en diferentes periodos. Ahí comenzó mi enfrentamiento con el pasado, mi comprensión de… tantas cosas.

Mi sanación ha incluido las ahora llamadas terapias alternativas. Iba a mi sesión, pero igual acudía al temazcal (ritual sanador), tomaba masajes, asistía a clases de yoga y baile, además leía sobre temas de vida. Pronto comprendí que la base de mi camino debían ser los buenos hábitos: ejercicio constante, alimentación equilibrada, satisfactores, viajes, lectura, reflexión, familia, metas. Orden y estructura, con disciplina y esfuerzo. Fácil nunca ha sido este viaje mío, como seguramente el tuyo tampoco; y he tenido fuertes recaídas, por así decirlo.

Hice de los procesos terapéuticos una forma de vida. Es paradójico, pero las crisis no me derribaron, creo que porque las tomé como material para una nueva terapia, ritual, proceso, aprendizaje; y las asumí con responsabilidad: de eso dependía mi vida. He probado muchas terapias, asistido a sesiones, participado en talleres, estado en conferencias, con psicólogos, terapeutas, chamanes, magos y consumido lecturas y audios de lo más variados.

No digo que probé todo, pero sí bastante. Uno de los elementos más interesantes fue la meditación, definida por la vieja confiable como: “Práctica mental y corporal dirigida a alcanzar un estado de relajación y plena concentración” (RAE, 2024); concentración en el ser, el presente y los propósitos de mi vida, para completar. Cada etapa cerró con aprendizajes y con nuevos retos. Al inicio de mi sanación hice una larga lista de aspectos que deseaba curar o mejorar en mí. Según avancé, fui palomeando aquella lista (es real), hasta que fueron cada vez menos los retos.

Año con año he seguido buscando la paz, el equilibrio, aunque también he vivido momentos de una serenidad y salud envidiables, que me han dado la fuerza para continuar y seguir encontrando nuevos motivos para mi desarrollo. No ha sido fácil en ningún momento. Lo más importante, en mi caso, ha sido la determinación que tomé de continuar mi camino hacia la luz y la esperanza, en el cual he obtenido muchos aprendizajes que hoy aplico en lo que hago.

Tengo pendientes, pero son menos. Honro este camino de dolor y de salvación y agradezco desde mi corazón a todas las personas que me han acompañado, en especial a mi hija, para quien no siempre fui el papá perfecto. Sí es posible sanar y crecer y ser feliz. Sí se puede. No soy perfecto, cometo errores, me equivoco, pero ahora veo la vida con mayor claridad. Por eso decidí compartir esta parte de mí con ustedes. Continuaré sanando y aprendiendo lo que aún falta. Gracias.

#danielzetinaescritor #unescritorenproblemas #sanarelpasado

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Daniel Zetina

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