En medio de una intensa guerra comercial impulsada por el expresidente estadounidense Donald Trump, China ha aprovechado el descontento global para estrechar lazos con los tradicionales aliados de Estados Unidos, como la Unión Europea, Japón, Corea del Sur y países de América Latina.
Tras una escalada arancelaria sin precedentes —que llevó los impuestos a importaciones chinas hasta 145%—, Washington ha perdido credibilidad entre sus socios internacionales. En contraste, Pekín ha reforzado su imagen como defensor del comercio multilateral y de un orden económico abierto, justo e inclusivo.
China ha realizado acercamientos estratégicos: conversaciones directas con líderes europeos, visitas oficiales de alto nivel y compromisos conjuntos para fortalecer la cooperación comercial y diplomática. Líderes como Pedro Sánchez (España), Lula da Silva (Brasil), Gustavo Petro (Colombia) y Gabriel Boric (Chile) han reafirmado su relación con China, pese a las presiones de EE.UU.
Además, en el Indo-Pacífico, China ha intensificado su presencia mediante proyectos de infraestructura y la promoción de la unidad regional frente al proteccionismo estadounidense. La reunión del 4 de mayo en Italia entre países del Sudeste Asiático y China reforzó esta postura, marcando una mayor integración económica.
Incluso en contextos adversos, como las sanciones a Rusia, China ha profundizado su alianza con Moscú, incrementando sus importaciones de gas ruso y colaborando en proyectos tecnológicos, como una futura central nuclear en la Luna.
Aunque EE.UU. intentó una tregua comercial de 90 días para reducir tensiones, analistas prevén que la incertidumbre se mantenga. A pesar de los aranceles, China ha resistido económicamente, y se espera un repunte de exportaciones mientras persista la ambigüedad sobre un acuerdo comercial duradero.
China, según expertos, se posiciona como el nuevo referente global ante el repliegue y la imprevisibilidad de Washington, ganando terreno tanto política como económicamente en regiones clave.