El Día de Muertos, celebrado el 1 y 2 de noviembre, es una de las fechas más importantes del calendario mexicano. Más que una conmemoración, es un homenaje a la memoria, al amor y a la conexión espiritual entre vivos y difuntos. Durante esta festividad, los hogares se llenan de flores de cempasúchil, veladoras, pan de muerto, papel picado y fotografías de quienes regresan del Mictlán para convivir brevemente con sus seres queridos.

Aunque es común incluir fotos en las ofrendas, la tradición mexicana desaconseja colocar imágenes de personas vivas. Se cree que el altar funciona como un portal espiritual que conecta ambos mundos, y que las fotos de alguien vivo podrían abrir puertas energéticas no deseadas, atraer mala suerte o confundir a los espíritus que visitan el hogar.
Qué evitar en la ofrenda
No solo las fotos de vivos están prohibidas. También se recomienda no incluir imágenes de recién fallecidos, ya que sus almas todavía transitan hacia el Mictlán y podrían quedar atrapadas entre los mundos. Otros elementos a cuidar incluyen objetos rotos o deteriorados, alimentos en mal estado y velas apagadas, ya que alteran la armonía espiritual del altar.

Una tradición que evoluciona
Con los años, las nuevas generaciones han reinterpretado el Día de Muertos: altares minimalistas, digitales o temáticos conviven con la tradición sin perder su esencia. Más allá de mitos y advertencias, esta festividad sigue siendo un acto de amor y memoria que refuerza la identidad cultural mexicana y su particular visión de la muerte como parte de la vida.
