Un estilo de vida sedentario se define por pasar demasiado tiempo sentado o acostado, con poca o ninguna actividad física.
Aunque puede parecer inofensivo, permanecer inactivo durante gran parte del día representa un riesgo importante para la salud. El sedentarismo ha crecido en la vida moderna por el uso constante de dispositivos electrónicos, largas jornadas frente a la computadora y medios de transporte que reducen el movimiento diario.
Qué implica el sedentarismo y sus efectos en el cuerpo
Este hábito es común en personas que trabajan en oficina o estudian frente a pantallas, así como en quienes, al llegar a casa, permanecen inmóviles viendo televisión o usando el celular. La inactividad prolongada afecta varias funciones del organismo: se queman menos calorías, aumenta el riesgo de sobrepeso, la masa muscular y la resistencia disminuyen, y los huesos se debilitan.
Además, el metabolismo se vuelve más lento, dificultando el control de grasas y azúcares, y afectando la circulación, el sistema inmunológico y el equilibrio hormonal.
El sedentarismo está vinculado a enfermedades crónicas graves como obesidad, hipertensión, colesterol alto y problemas cardiovasculares. También eleva el riesgo de accidente cerebrovascular, síndrome metabólico, diabetes tipo 2 y ciertos tipos de cáncer, como colon, seno y útero. A largo plazo, puede generar pérdida de densidad ósea, depresión, ansiedad y un mayor riesgo de muerte prematura.
Cómo comenzar a ser más activo
Si se ha llevado una vida inactiva, lo recomendable es iniciar poco a poco. Consultar a un médico permite establecer rutinas adecuadas según edad y condición física. Lo esencial es moverse más: cualquier actividad, por mínima que parezca, es mejor que permanecer quieto.
Pequeños cambios diarios, como caminar durante llamadas telefónicas, subir escaleras o realizar estiramientos, pueden marcar una gran diferencia en la salud y calidad de vida.