La inflamación abdominal es una molestia frecuente que puede tener múltiples causas: desde una digestión lenta hasta intolerancias alimentarias, acumulación de gases o infecciones gastrointestinales. Aunque suele ser pasajera, en algunos casos puede afectar la calidad de vida si no se identifican sus detonantes.
Entre los principales factores que la agravan, la alimentación juega un papel clave. Existen productos que, por su composición, tienden a causar o intensificar la hinchazón estomacal.
Alimentos que favorecen la inflamación
• Procesados: Contienen altos niveles de azúcar, sal, grasas saturadas y aditivos químicos que pueden irritar el sistema digestivo.
• Azúcar refinada: Su consumo en exceso contribuye a la formación de compuestos inflamatorios conocidos como AGEs (productos finales de glicación avanzada).
• Grasas saturadas y trans: Presentes en frituras, embutidos, productos ultraprocesados y lácteos enteros, aumentan el riesgo de inflamación.
• Carnes rojas y embutidos: Ricos en ácido araquidónico y grasas saturadas, pueden estimular procesos inflamatorios y generar molestias digestivas.
• Alcohol: Afecta la barrera intestinal, puede alterar la flora digestiva y provocar inflamación en distintos órganos.
• Cereales refinados: Elevan la proteína C reactiva, un marcador relacionado con procesos inflamatorios.
• Lácteos: En personas intolerantes a la lactosa, pueden causar hinchazón, gases y malestar.
• Bebidas gaseosas: El gas acumulado en el intestino puede generar distensión abdominal, especialmente en personas sensibles.
• Legumbres y verduras crucíferas: Aunque nutritivas, pueden causar inflamación por su alto contenido de fibra y compuestos sulfurados. Esto incluye alimentos como el brócoli, coliflor, coles y lentejas.
Cómo reducir la inflamación
Para prevenir la hinchazón, se recomienda priorizar alimentos antiinflamatorios como frutas, vegetales frescos, pescado azul (rico en omega-3), aceite de oliva extra virgen y frutos secos. Además, es clave moderar el consumo de carnes rojas, alimentos ultraprocesados y alcohol.
Si los síntomas son persistentes o se agravan con el tiempo, lo ideal es consultar a un médico o a un especialista en nutrición. Un diagnóstico adecuado puede ayudar a descartar condiciones más serias y establecer un plan alimenticio personalizado.