Hacer ejercicio es esencial para la salud y el bienestar, pero no siempre resulta fácil disfrutarlo. Muchas personas abandonan sus rutinas porque su cerebro interpreta el esfuerzo físico como una amenaza, prefiriendo opciones más cómodas como descansar o ver televisión. Sin embargo, expertos aseguran que hay formas de “engañar” al cerebro para convertir el ejercicio en algo placentero y más fácil de mantener.
El truco mental que cambia todo
El psicólogo David Rock, Ph.D., explica en Psychology Today que el secreto está en vincular el ejercicio con una recompensa inmediata. Nuestro cerebro busca beneficios al instante, no a largo plazo, por lo que decirle que el ejercicio sirve para “vivir más” no es suficiente para motivarlo.
La clave está en asociar el entrenamiento con algo que ya te gusta o valoras. Por ejemplo, Rock menciona que vincula el ejercicio con su trabajo, ya que una caminata o una sesión de natación lo ayudan a desbloquear ideas. Esa sensación de productividad inmediata hace que su cerebro perciba el ejercicio como algo deseado.
Otras recompensas útiles pueden ser:
1. Dormir mejor esa noche.
2. Tener tiempo para ti y escuchar tu podcast favorito.
3. Mejorar el estado de ánimo gracias a la dopamina que se libera con la actividad física.
4. Pasar tiempo con amigos si haces ejercicio en grupo.
La preparación importa
Además de vincular el ejercicio con algo positivo, Rock recomienda nunca entrenar sin preparación. Saltarte el calentamiento o ignorar tu nivel de energía puede hacer que el esfuerzo se vuelva negativo y que tu cerebro asocie el ejercicio con dolor o incomodidad, lo que reduce las ganas de repetirlo.
Trucos adicionales para disfrutar más del ejercicio
El sitio Triathlete sugiere otras estrategias para aumentar la motivación:
Rifa de recompensas: escribe cinco cosas que te gustaría tener y sortea una después de entrenar.
Micrometas: establece objetivos pequeños y fáciles de alcanzar para generar sensación de logro constante.
Conoce tu "por qué": recuerda siempre la razón personal por la que haces ejercicio, para mantenerte enfocado incluso cuando falte la motivación.
Hacer ejercicio no tiene que sentirse como un castigo. Cambiar la forma en que lo percibimos, asociarlo con recompensas inmediatas y respetar nuestros límites puede transformar la experiencia. Al final, el cerebro también puede aprender a disfrutar del movimiento si le damos un buen motivo para hacerlo.