En Montreal, un brazo robótico toma un pincel, lo moja en pintura y con sorprendente precisión reproduce una obra de la artista canadiense Audrey-Eve Goulet.
Se trata de un proyecto de Acrylic Robotics, empresa fundada en 2021 por Chloë Ryan, que busca combinar la inteligencia artificial con la pintura tradicional para abrir nuevas oportunidades a los artistas.
La iniciativa surgió del interés de Ryan por facilitar que los creadores puedan reproducir sus obras con calidad de exposición, sin tener que hacerlo manualmente.
Tras tres años de desarrollo, su equipo consiguió que los robots produjeran cuadros llamados “aurógrafos”, que capturan el trazo y la textura de cada pincelada, algo imposible de replicar en una simple impresión digital.
El proceso comienza cuando los artistas recrean su obra en una tableta digital que registra datos como el color, la presión y la velocidad de cada trazo. Con esa información, el robot ejecuta la pintura en lienzo, logrando copias muy cercanas a las originales.
Próximamente, la compañía planea habilitar una plataforma en línea para que cualquier creador pueda subir su estilo, permitiendo que clientes soliciten obras personalizadas y que los artistas reciban una compensación justa.
Actualmente, los “aurógrafos” se venden entre 200 y 1,000 dólares, con porcentajes de ganancia para los pintores que varían del 5% al 50%, dependiendo de su reconocimiento y participación.
Este modelo busca ofrecer precios accesibles al público y al mismo tiempo apoyar a los artistas, muchos de los cuales enfrentan dificultades para vivir exclusivamente de su arte.
La propuesta ya genera interés: más de 500 artistas están en lista de espera para unirse al proyecto. Aunque en un inicio algunos críticos dudaban de ver a un robot pintar, el sistema está despertando entusiasmo como una alternativa innovadora para llevar el arte a más personas y reforzar el papel de los creadores en la era digital.