Europa dio un paso importante en la carrera tecnológica al inaugurar en Alemania a Jupiter, el superordenador más rápido del continente y el primero de exaescala en la región.
Con un poder de cálculo equivalente a un millón de teléfonos inteligentes, este sistema busca reducir la brecha con Estados Unidos y China en el desarrollo de inteligencia artificial (IA) y fortalecer la investigación científica.
Ubicado en el Centro de Supercomputación de Jülich, al oeste de Alemania, Jupiter puede realizar un exaflop —un trillón de cálculos por segundo— gracias a sus 24,000 chips Nvidia, los preferidos en la industria de la IA.
La construcción y operación del sistema, que ocupa 3,600 metros cuadrados, tuvo un costo de 500 millones de euros, financiados en partes iguales por la Unión Europea y el gobierno alemán.
Además de entrenar modelos de IA de gran escala, Jupiter tendrá múltiples aplicaciones: desde pronósticos climáticos más detallados y de largo plazo —incluso hasta 100 años—, hasta simulaciones cerebrales que apoyen en la investigación de enfermedades como el Alzheimer, así como estudios en transición energética y diseño de turbinas eólicas.
El superordenador también representa un esfuerzo estratégico de Europa por recuperar terreno frente a potencias como Estados Unidos, que ya cuenta con tres máquinas similares, y China, cuyos avances en este campo permanecen en secreto.
Según un informe de la Universidad de Stanford, en 2024 Europa apenas generó tres modelos de IA destacados, frente a los 40 de Estados Unidos y los 15 de China.
Aunque su consumo energético será elevado —unos 11 megavatios, similares al gasto de miles de hogares—, sus operadores aseguran que se trata del superordenador más eficiente del mundo en su clase. El sistema emplea enfriamiento por agua y aprovechará el calor residual para calentar edificios cercanos.
Con esta inauguración, Europa refuerza su posición en la lista global de supercomputación, donde cinco de los diez sistemas más potentes se encuentran en el continente. Aun así, la dependencia de chips estadounidenses como los de Nvidia evidencia los retos que aún enfrenta la región para lograr plena autonomía tecnológica.