Las almejas, moluscos bivalvos de cuerpo blando protegido por una concha, viven en aguas saladas y sus conchas se han convertido en herramientas valiosas para la investigación científica.
Cada concha crece en capas que acumulan elementos químicos del agua, como isótopos de oxígeno y carbono, además de trazas de metales.
Estos elementos permiten a los científicos conocer la temperatura del agua, su salinidad, la productividad del plancton y detectar cambios climáticos o tormentas inusuales.

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Asimismo, muchas conchas presentan anillos de crecimiento similares a los de los árboles, que registran sucesos estacionales durante años o incluso décadas.
Gracias a estos registros naturales, las conchas de almeja ayudan a estudiar el cambio climático, la acidificación de los océanos y otros fenómenos que afectan la vida marina y el equilibrio de los ecosistemas oceánicos.
