Aunque el astrónomo Carl Sagan es conocido por su obra de divulgación científica, en 1985 escribió la novela de ciencia ficción Contacto, popularizada luego por la película de 1997.
En ella aparece una frase célebre: “El Universo es un lugar bastante amplio. Si solo somos nosotros, parecería un terrible desperdicio de espacio”, que sigue inspirando la búsqueda de vida más allá de la Tierra.
Hasta ahora no se han encontrado pruebas de civilizaciones extraterrestres, ni en exoplanetas ni en cometas como el 3l/Atlas. Sin embargo, gracias a telescopios avanzados se han detectado más de 5,000 exoplanetas, algunos con condiciones potenciales para la vida.
Un estudio reciente de la Universidad de Pensilvania y el Laboratorio de Propulsión a Chorro de la NASA muestra que alrededor del 79% de nuestras señales de radio se concentran en un estrecho plano orbital terrestre.
Esto indica que la búsqueda de vida inteligente podría ser más efectiva si se considera cómo emitimos señales y se buscan patrones similares en otros planetas.
Representación artística de tecnofirmas de una civilización extraterrestre. Imagen generada por IA/Google Gemini.
Los investigadores analizaron 20 años de datos de la Red Espacial Profunda de la NASA, que comunica con robots en Marte y sondas en todo el sistema solar, incluyendo las Voyager.
Descubrieron que la “huella radioeléctrica” de la humanidad sigue trayectorias predecibles, aumentando la probabilidad de ser detectada si un exoplaneta se encuentra alineado con la Tierra.
Esta alineación podría incrementar las posibilidades de interceptar una señal hasta 400,000 veces en comparación con búsquedas aleatorias.
Actualmente, los astrónomos buscan vida a través de biofirmas y tecnofirmas: señales biológicas o tecnológicas de otros mundos. El nuevo enfoque permitirá enfocar mejor los esfuerzos y reducir el margen de error en la detección.
La estrategia podría aplicarse con el lanzamiento del telescopio Nancy Grace Roman de la NASA en octubre de 2026, que planea detectar más de 100,000 exoplanetas. Este avance científico refuerza que la búsqueda racional de vida extraterrestre depende de la observación y la tecnología, no de especulaciones sin evidencia.