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Más allá del desastre: la función hidrológica de los ciclones según la ciencia
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Más allá del desastre: la función hidrológica de los ciclones según la ciencia

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En mayo de 2025, el Servicio Meteorológico Nacional de México informó sobre la vigilancia de una zona de baja presión en el Pacífico con potencial de evolución a ciclón tropical. Este tipo de fenómenos, aunque conocidos por su potencial destructivo, también desempeñan un papel relevante en el ciclo hidrológico, especialmente en regiones propensas a sequías.

Según la Organización Meteorológica Mundial (OMM), un ciclón tropical —también denominado huracán o tifón, dependiendo de la región— es un sistema de tormenta de rotación rápida que se forma sobre océanos tropicales y puede variar en intensidad, tamaño y velocidad. La OMM lo identifica como el segundo riesgo natural más peligroso, solo superado por los terremotos. Su frecuencia e intensidad están en aumento como resultado del cambio climático.

Sin embargo, diversas investigaciones y organismos oficiales, como la Comisión Nacional del Agua (Conagua), han destacado que los ciclones también tienen efectos hidrológicos positivos. Las lluvias intensas asociadas a estos sistemas contribuyen significativamente a la recarga de acuíferos, al llenado de presas y a la restauración temporal de cuerpos de agua superficiales, especialmente en zonas áridas o con escasez hídrica.

Documentos técnicos del gobierno mexicano indican que, en regiones afectadas por sequías prolongadas, los ciclones pueden aportar precipitaciones superiores a 100 mm durante su paso, lo que resulta crucial para mitigar los efectos de la aridez y asegurar el abastecimiento de agua para consumo humano, riego agrícola y generación hidroeléctrica.

Además, estos sistemas meteorológicos pueden tener efectos beneficiosos sobre la calidad del agua en bahías y cuerpos lacustres, al promover su renovación y limpieza a través del aumento del flujo y el intercambio de masas de agua. Estos beneficios, aunque menos visibles, pueden mantenerse durante años.

Un ejemplo documentado es el huracán Gilbert (1988), que aumentó notablemente el almacenamiento en presas del noreste de México, como en Monterrey, reduciendo el riesgo de escasez hídrica en años posteriores. No obstante, el mismo evento dejó un saldo trágico de 225 muertes, más de 140,000 evacuados y pérdidas materiales considerables, lo que evidencia la dualidad de impacto de estos fenómenos naturales.

Por ello, expertos y autoridades coinciden en que, si bien los ciclones pueden ofrecer beneficios ambientales, sus riesgos siguen siendo significativos. Se recomienda mantener atención a los boletines meteorológicos oficiales, aplicar protocolos de prevención y fortalecer la comunicación entre autoridades y comunidades, para reducir daños sin ignorar el valor ecológico e hidrológico que estos eventos pueden aportar.

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