Ayer, cuando representantes de los medios de comunicación preguntaron al subsecretario de Gobierno de Morelos, Miguel Ángel Peláez, si algún edil del estado había solicitado reforzar su seguridad personal, contestó de manera muy franca al decir que todos los funcionarios están expuestos, pues la situación “no es la mejor”.
Sus dichos, que derivan del asesinato del presidente municipal de Uruapan, Carlos Manzo, tienen mucho de cierto, nos guste o no, pues con ese crimen se demostró —primero— que no basta un nutrido equipo de seguridad personal, con presencia —incluso— de elementos de fuerzas federales, para evitar ser blanco de un ataque de tal magnitud.
Y segundo, que habría sido un joven de entre 17 y 19 años de edad quien disparó contra el munícipe michoacano, lo mismo que a mediados del mes pasado con otro crimen muy relevante, el del abogado David Cohen, en la Ciudad de México, quien también fue ejecutado por un muchacho de apenas 18 años. Ambos aspectos son muy preocupantes y deben ser analizados con mayor rigor en el gabinete de seguridad.
