Antonio se dedica al oficio desde hace más de 40 años y tiene clientes hasta en Estados Unidos, que reconocen la calidad de su manufactura.
Jojutla. Antonio Juárez Rosas, talabartero con más de 40 años en el oficio, relató que aun cuando los productos de mala calidad han desplazado a casi la totalidad de talabarteros en el municipio, aún hay quienes se dedican a este oficio; la calidad en el trabajo artesanal de los talabarteros los sostiene, aseveró.
Antonio relató que es muy frecuente que le lleven a reparar accesorios para charrería hechos con materiales de muy mala calidad, pero también hay clientes que saben lo que compran y siempre tiene encargos.
Los artículos a la venta en los locales 41 y 42 del mercado municipal Benito Juárez de Jojutla, son de primera calidad: huaraches, cinturones y accesorios para charrería y caballos, como frenos, estribos, riendas, cinchos, chicotes, cabestros, cabezadas, bridas, bozales, reatas, arzones, monturas, espuelas, polainas, chaparreras, etcétera.
También contó que en el municipio de Jojutla y en comunidades colindantes hay quienes se dedican a las labores del campo y necesitan accesorios para su trabajo; algunos tienen caballos o burros que requieren artículos para las labores diarias.
En los últimos seis años también ha habido un auge de cabalgatas y hay también personas que aunque no tengan un racho, les gusta participar con caballos rentados y gastan en accesorios.
Hay para todos los gustos y presupuestos, desde artículos que duran apenas una puesta, hasta los que valen miles de pesos y se consideran ya un trabajo fino artesanal.
“Hay algo que le llaman vinipiel, que no es más que plástico y es un material pésimo para la charrería, nunca compiten con el cuero o la piel. Te puedes encontrar, por ejemplo, cinturones de 200 pesos de baqueta, los bordados en pita cuestan 7 mil o 7 mil 500, o aquellos bordados en hilo de plata cuestan 18 a 20 mil pesos. La gente los paga, le gusta y los pide, son ya accesorios personalizados y se trabajan por encargo”.
El maestro Antonio cuenta que gracias a la constancia tiene clientes de Morelos, de varios estados de la república y hasta de Estados Unidos, a donde ha mandado piezas elaboradas en su taller, principalmente sillas de montar, porque tanto en México como en el vecino país del norte, se practica la charrería, y ésta requiere accesorios de piel y de cuero; incluso, ha hecho trabajos de piel exótica.
El cuero y la piel las trae de León, Guanajuato, y de Buenavista de Cuellar, Guerrero, en donde ya tiene proveedores de hace muchos años.
El precio del cuero y de la piel ha aumentado, principalmente las pieles exóticas, “pero hay clientes que lo piden y lo pagan y yo los hago”, explicó.
El trabajo de talabartería ha sido el mismo, con ligeras modificaciones, pero han cambiado mucho las herramientas, ya que hay unas que permiten hacer un trabajo mucho más rápido o en serie; incluso, en cuestión de curtido de pieles ya no se hace como antiguamente, ahora hay máquinas que sustituyen a los trabajadores y se usan químicos que aligeran los procesos.
Antonio tiene sus propias herramientas y trabaja a mano la mayoría de los accesorios que fabrica. Durante la elaboración de las piezas se puede observar las más de cuatro décadas manipulando la baqueta, el cuero, la piel. Toño, como le dicen en el mercado, es muy preciso y muy rápido.
Recordó que cuando era muchacho, en su casa tenían un taller de huaraches, conocía el oficio, pero tenía interés por fabricar otros artículos y en una ocasión se presentó la oportunidad después de que hizo con sus manos unos accesorios para un caballo.
Con la práctica y con el tiempo, Antonio fue elaborando piezas cada vez más complicadas de cuero, baqueta, mapa y charol, materia prima que hoy en día consigue fuera de Morelos.
Tiene un hijo mayor de edad que le ayuda en la talabartería, pero en la actualidad el joven tiene un trabajo fijo y por el momento no se le ve en el negocio, aunque según el maestro, su muchacho es muy bueno trabajando la piel.
Antonio Juárez Rosas le pone el mismo empeño a un cinturón sencillo que a una montura de lujo, porque sus clientes esperan siempre mucha calidad en lo que realiza; lo conocen, lo recomiendan y saben que si está bien hecho es porque él lo hizo con sus manos.







