Cada día, mientras vas al trabajo, mientras caminas, mientras duermes, miles de personas como tú y como yo duermen sin techo, sin rumbo y sin nadie que los escuche. Viven, respiran y habitan los mismos espacios que transitamos, pero en una realidad paralela, invisible para la mayoría.
Hablan, pero nadie los oye. Sufren, pero casi nadie se detiene a mirar. Así es la vida de quienes viven en situación de calle: personas con los mismos derechos, pero no con las mismas oportunidades. No tener hogar no solo es pasar frío o hambre, es dejar de existir para muchos. Es vivir al margen del tiempo y esperar que algún día la vida sin un lugar al cual volver, termine.
Según la RAE, el término "vagabundo" define a quien anda errante, sin domicilio fijo ni medios regulares de vida. En México, esta condición se ha vuelto común: ya no causa sorpresa ver a personas durmiendo en la calle. Y no solo son mexicanos; hoy también hay personas extranjeras sin hogar en el país. Lo que nos lleva a una pregunta necesaria:
¿Cómo ve la sociedad al vagabundo?
Están presentes en los datos, en los censos, en las estadísticas. Aparecen vinculados a la migración, al desempleo, a la desigualdad, a los sistemas que fallan. Se les percibe como figuras ajenas, como si hubieran salido del entramado social, aunque nunca lo abandonaron del todo. Adaptan sus rutinas a un entorno hostil que exige resistencia constante.
Duermen por las noches en sitios elegidos con precisión: esquinas, debajo de puentes, bancos, lugares donde el frío no golpea tan duro como la indiferencia. Sus condiciones no siempre son el resultado de delitos o decisiones erráticas, sino de factores estructurales que los empujaron al margen. Algunos muestran actitudes de aislamiento o rechazo social, pero eso no siempre es elección: es respuesta.
No son delincuentes. No son amenazas. Sin embargo, suelen ser agrupados en categorías “antisociales” por una sociedad que necesita clasificar lo que no entiende. Son más bien asociales, no porque rechacen a la sociedad, sino porque esta los ha empujado fuera de ella. Son considerados desajustes sociales que incomodan en una estructura que intenta aparentar equilibrio.
Las causas del vagabundaje son múltiples.
No se puede hablar por todos ni generalizar, pero factores como la migración, la pobreza extrema, la salud mental desatendida o la pérdida de redes familiares son ejes clave para entender este fenómeno. Muchos vienen de lejos, geográfica y emocionalmente, arrastrando historias que nadie pregunta.
Surgen muchas preguntas, sí, pero esta nota busca una sola cosa: conciencia. Empatizar. Entender que mirar hacia otro lado no hace desaparecer una realidad. Que hacernos cargo, aunque sea desde la reflexión, es un primer paso. Porque la vida no debería ser así. Porque mientras sigamos caminando sin mirar, las calles seguirán hablando en silencio de quienes las habitan cuando cae la noche.