Tanto administrativa como políticamente, siempre hay un debate con respecto al grado en que debe compartirse el poder dentro de las empresas o en el gobierno. ¿Es mejor concentrar o compartir el poder y la toma de decisiones?
Una administración centralizada, en la que el poder se concentra en una persona o nivel superior, ofrece grandes ventajas: hay unidad de mando (un solo jefe supremo), unidad de dirección (todas las actividades tienen un solo responsable), hay una visión única (la del superior), hay uniformidad y fortaleza; y hay una gran coordinación y control, pues todos entienden quién tiene el mando y actúan en consecuencia.
Sus aspectos negativos son la lentitud y el burocratismo, porque nada puede fluir libremente si el jefe supremo no está enterado o no ha dado su autorización expresa (pueden pasar días o meses si un documento o solicitud carece de una firma); o, lo más grave, se fomenta una cultura de lealtad a las personas (el jefe superior) y no hacia las instituciones, pues la gente teme contradecir al jefe y, como consecuencia, dice que sí a todo lo que él diga, aunque esté mal o no sea ético.
En cambio, una administración descentralizada, en la que el poder se comparte, ofrece otras ventajas: fomenta mayor participación e involucramiento de las personas, pues comparten el poder de decisión; las decisiones son mejores, pues se toman en forma colegiada; los colaboradores desarrollan su talento, pues asumen la responsabilidad de sus acciones, especializándose más en sus respectivas tareas. La lealtad se reorienta hacia las instituciones, no a las personas.
Su lado negativo es que se pierde poder, pues éste se comparte; la estabilidad institucional se puede desbordar e, incluso, cuestionar; puede haber desacuerdos y surgir nuevos talentos humanos que, por su buen desempeño, pueden aspirar a mejores posiciones y ello amenaza a los que están arriba.
La centralización significa verticalidad (el poder se concentra en niveles superiores) y la descentralización significa horizontalidad (cada dependencia tiene poder similar y puede resolver). La recomendación, tanto administrativa como políticamente, es que se descentralice el poder en la mayor medida posible y la centralización sea la mínima permisible. Cuando el poder se comparte, la eficiencia aumenta. Por ello, los más beneficiados son los clientes y los ciudadanos, sin duda alguna.