Con la fiesta, el pueblo pide cada año una buena temporada de lluvia para beneficio de los agricultores.
Con una tradición de más de 100 años, este 23 de junio Jiutepec celebró a San Juan Parrandero.
Desde que inició esta tradición, hasta nuestros días, el objetivo es pedir una buena temporada de lluvia para beneficio de los agricultores.
En esta fiesta, en la que participa todo el pueblo, se inicia con una celebración eucarística, para después visitar las aguas del manantial “Las Fuentes”, en donde se pide que haya buen temporal.
Los mayordomos comparten en su casa los alimentos y la bebida, después de ahí acompañan la procesión bailando y tomando.
“Antes se llevaba al río, al barrio de San Juan, pero por la contaminación de las aguas se acude al balneario”, según el cronista e historiador de Jiutepec, José Rodríguez de Gante.
Después de la misa y de visitar el manantial, sigue el panteón municipal, para recordar a aquellas personas que fueron custodios, mayordomos.
Una imagen actual del personaje es llevada en brazos por los fieles. Fue tallada en madera, viste una túnica en color verde, con manto rojo, tiene sombrero de palma, un morral de ixtle y unas botitas. También lleva una botella de alcohol y en la boca un cigarro.
El mayordomo resguarda en su domicilio a Juan Parrandero y se encarga de pasar a pedir cooperación a las casas, para cubrir los gastos para los músicos, alcohol, cohetes, flores y lo que se necesite.
El recorrido por las calles, tomando, fumando y bailando, incluye una pipa que arroja agua a los devotos y la visita a las casas de los que se llamaban o se llaman Juan o Juana.
Todos van al zócalo, en donde se realiza un baile popular con banda y pipa mojando a la gente.
La celebración acaba en la casa del mayordomo, que guarda la imagen de San Juan Parrandero para el año siguiente.
Este festejo, que muchos pueden ver como un desahogo o un espacio de diversión, tiene varias cuestiones simbólicas.
Juan Parrandero, dicen algunos, es San Juan el Bautista, y éste -a su vez- es la representación de Tláloc, el dios de la lluvia, aunque varios desmienten esta idea diciendo que ni representa a Tláloc, ni es San Juan Bautista, simplemente es un personaje del pueblo, eso sí.
También se asegura que cuando inició, se llamaba “La parranda de San Juan”. Un presbítero diocesano de la iglesia de Jiutepec, llamado René, que no quería celebrarle la misa debido a que pensaba que los rasgos indígenas del santo no correspondían con los de San Juan el Bautista del santoral católico, se refirió́ a él como “San Juan Parrandero”, y la gente lo adoptó como tal.
A Juan se le ofrenda un cigarro (originalmente era un puro) y alcohol, para que haya agua y para que ésta no cause tempestades.
Durante la fiesta no se busca la embriaguez, sino la celebración a manera de “huateque”, en la que se pide al personaje interceda para que haya agua durante el temporal y buenas cosechas al final de éste.
El humo, en este caso de tabaco, se relaciona con los aires como entes vivos y no sólo como un elemento de la naturaleza.
La música que se canta durante el huateque se llama “Tigüis tigüis”, y se baila de manera particular; los pasos se relacionan con los cuatro puntos cardinales.