Después de la caída del Muro de Berlín y la disolución del socialismo real, muchos autores sostuvieron que era el fin de las ideologías. Las categorías de izquierda y derecha, que habían estado presentes en el debate político, decían, habían dejado de tener sentido. Y aunque era cierto que la dimensión ideológica estaba cambiando debido a grandes cuestiones sociales como el feminismo, ambientalismo y migración, la política demandaba nuevos marcos para comprender la realidad.
El debate sobre qué debe entenderse por izquierda y derecha sigue vigente. Sin embargo, pocas veces se cuestiona qué impulsa a una persona a tomar partido por uno lado. Es común suponer que alguien conservador simpatiza con la derecha, y alguien liberal con la izquierda, pues la mayoría de las propuestas políticas están delimitadas por esa lógica.
George Lakoff descubrió que lo que impulsa a las personas a identificarse con la izquierda o la derecha es la moral y los valores. El autor investigó a la sociedad estadounidense y advirtió que los ciudadanos tienden a inclinarse hacia ciertos partidos según los preceptos y valores morales con los que fueron criados. Por ejemplo, una persona que creció en una familia estricta, con una cultura del sacrificio y una perspectiva individualista, tiende a identificarse con la derecha republicana y los valores que representa. De manera análoga, alguien criado en un entorno más empático, con sentido de solidaridad y comunitarismo, se siente más cercano a la izquierda demócrata y el razonamiento que propone.
Esto se refleja en la agenda política sobre temas como el aborto, el aumento de impuestos, la reducción de la seguridad social, la tolerancia hacia la violencia o la migración. No se trata sólo de posicionamientos políticos, sino de respuestas morales sobre cómo se concibe el mundo, cómo se interpreta y qué se espera de él. La dimensión ideológica, según Lakoff, se estructura desde la moral.
Esto significa que la distinción entre izquierda y derecha no se basa tanto en posturas políticas, económicas o sociales, sino en valores. Y eso cambia por completo la manera de entender el debate: ya no se trata únicamente de una discusión argumentativa, sino de una confrontación entre dos visiones del mundo. Así, mientras la asistencia social para grupos vulnerables, desde la perspectiva de la derecha, representa un derroche de recursos —pues se insiste en que las personas deben ser autosuficientes y depender lo menos posible del Estado—, para la izquierda constituye un derecho que puede ejercerse siempre que se necesite.
Hablar de política durante mucho tiempo era tomado como posicionamientos racionales, políticos y económicos. Temas lógicos y justificados. Lakoff descubrió que la mayoría de estas cuestiones obedecen más a una forma de entender el mundo desde la moral, que de planificaciones definidas y coherentes. Por tanto, no resulta extraño que las grandes cuestiones sociales ahora tengan mayor carga moralista que racional.
La política nunca había sido un terreno neutro, para ahora se descubre que está todavía más lejos de eso. La política está estrechamente relacionada con la moral. Desde lo más insospechado como la migración, la política fiscal y educativa, hasta asuntos que invariablemente se encuentran en el terreno delicado, como la migración, aborto y la asistencia social.