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El “Águila” no se detiene

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Ramón Jesús no deja su trabajo como operador de la Ruta 6, pues es el sustento de su familia.

Ramón Jesús, mejor conocido como “El águila”, chofer de la Ruta 6 de Cuernavaca, afirma que pese a la contingencia sanitaria por el covid-19, no dejará de trabajar, porque su familia tiene que comer.

Su nombre completo es Ramón Jesús Rosales Alanís, desconoce el origen de su pseudónimo pero sospecha que tiene relación con su lugar de nacimiento, Ciudad Nezahualcóyotl, Estado de México.

Hace 20 años llegó a Morelos y se incorporó en el sector transporte, primero como checador en los andenes del mercado Adolfo López Mateos (ALM) hasta que en 2014 agarró el volante de la combi.

Se distingue entre sus compañeros por su estilo casi único: es un hombre de 49 años de edad que gusta de los tatuajes, las perforaciones y usar paliacates y varias cadenas en el cuello.

El Águila asegura que mientras su patrón no le ordene detener el carro seguirá trabajando, aunque el dinero que gane sea poco, ya que por la pandemia la demanda del servicio bajó en gran porcentaje y en consecuencia la mitad de los choferes de la Ruta 6 pararon labores.

“Algunos dijeron que no les conviene levantarse a las cinco de la mañana, empezar a trabajar a las seis de la mañana y no llevarse nada de dinero a su casa. Por eso decidieron ya no trabajar”.

La Ruta 6 tiene 60 combis pero por la pandemia solo trabajan 30.

Los choferes deben entregar 200 pesos de cuenta y 400 pesos de gasolina y para ellos les quedan unos 100 pesos.

Actualmente, Ramón trabaja cuatro días a la semana y sus descansos los ocupa para estar con sus hijos, a quienes apoya con sus tareas escolares. Ellos le externan su preocupación y sus deseos de regresar a clases para estar con sus amigos.

En su día laboral su trato con los pasajeros es amable. Sin embargo -explica- lo más estresante es que la gente asuma una actitud prepotente y se enoje cuando se les olvidó tocar el timbre y en seguida quieren que el chofer se detenga para que bajen, sin esperar la próxima parada.

Por esas cosas, dice, ha recibido groserías y cuando él contesta mal lo reportan con su patrón y, en un escenario mayor, si las quejas llegan a la Secretaría de Movilidad y Transportes (SMyT), son acreedores a suspensiones de hasta un mes.

También comenta que en la contingencia los asaltos al transporte público bajaron porque no hay pasaje.

Antes eran constantes y hasta los choferes recibían agresiones físicas por no llevar el dinero suficiente a juicio de los ladrones.

“No denunciamos porque es pérdida de tiempo y no pasa nada, en algunos casos los han agarrado en el momento que se comete el asalto y a los pocos días los dejan libres”.

 

 

 

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Antonella Ladino

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