Estados Unidos lanzó un ataque aéreo que causó daños significativos en la planta nuclear subterránea de Fordo, una de las instalaciones más importantes del programa nuclear iraní. Según imágenes satelitales recientes, se observan al menos seis grandes cráteres en la montaña donde está ubicada la planta, evidenciando el impacto de bombas de gran poder, entre ellas la bomba antibúnker GBU-57A/B, diseñada para penetrar profundas estructuras.
Fordo, situada cerca de la ciudad de Qom y protegida por estar a varios metros bajo tierra, había estado fuera del alcance de ataques israelíes debido a su ubicación. Sin embargo, la capacidad de Estados Unidos para usar armas especiales permitió atacar la planta y otras dos instalaciones nucleares iraníes en Natanz e Isfahán.
Aunque las imágenes muestran daños externos evidentes, la magnitud del daño interno en las áreas de enriquecimiento de uranio aún no está clara, debido a la profundidad y protección de la planta. Autoridades iraníes reconocen que Fordo sufrió daños, aunque aseguran que el programa nuclear continuará y que gran parte del material sensible fue retirado antes del ataque.
Expertos internacionales y la Organización Internacional de la Energía Atómica (OIEA) no han detectado aumentos en los niveles de radiación tras los bombardeos, pero reconocen que las centrifugadoras de Fordo podrían enriquecer uranio a niveles cercanos a los necesarios para un arma nuclear.
En cuanto a las otras dos plantas atacadas, las imágenes muestran grandes cráteres y destrucción significativa en Natanz e Isfahán, esta última con edificios derrumbados y zonas quemadas.
Aunque Washington afirma que no hubo víctimas, la Media Luna Roja iraní reportó al menos once personas heridas, sin especificar si eran civiles o militares. Este ataque marca un nuevo capítulo en la tensión entre Estados Unidos, Israel e Irán, y pone en evidencia la vulnerabilidad incluso de las instalaciones nucleares más protegidas.