La alimentación influye directamente en la salud y el funcionamiento del cerebro con el paso de los años.
Mientras algunas personas conservan sus habilidades cognitivas en buen estado, otras comienzan a notar fallas desde la mediana edad. Olvidar nombres, fechas, conversaciones o incluso ciertas destrezas puede convertirse en algo habitual. Las causas son diversas: genética, estilo de vida o el desgaste natural del organismo. Sin embargo, los estudios coinciden en que la dieta desempeña un papel clave en cómo se conserva la mente con el tiempo.
El cerebro, como cualquier órgano, necesita “combustible” para realizar sus tareas: recordar, concentrarse, generar nuevas conexiones y controlar tanto movimientos como emociones. Una alimentación deficiente en nutrientes puede provocar episodios de niebla mental, falta de atención y olvidos frecuentes. Por ello, los especialistas insisten en que una buena nutrición beneficia no solo al cuerpo, sino también a la mente.
Expertos advierten que comer mal puede “matar de hambre” al cerebro y acelerar su deterioro. La psiquiatra nutricional Uma Naidoo, de la Universidad de Harvard, recuerda que este órgano dirige funciones vitales como pensamientos, memoria, respiración y latidos. Además, subraya que ciertos alimentos ayudan a fortalecerlo y a hacerlo más resistente al envejecimiento.
Entre los más recomendados se encuentran:
Brócoli: aporta colina, potasio, hierro y antioxidantes.
Hígado: fuente destacada de colina y vitaminas del grupo B.
Chocolate amargo (mínimo 70% cacao): rico en flavonoides que favorecen la memoria.
Frutos rojos: como frutillas, moras y arándanos, con antioxidantes que retrasan el deterioro cognitivo.
Verduras de hoja verde: espinaca, acelga o rúcula, ricas en ácido fólico, esencial para la función cerebral.
Alimentos fermentados: benefician la flora intestinal y, en consecuencia, la función cognitiva.
Nueces y frutos secos: aportan omega-3, vitamina E y minerales antioxidantes.
La verdadera meta no es solo vivir más tiempo, sino hacerlo con energía, claridad mental y buena memoria. En ese sentido, lo que se pone en el plato puede marcar la diferencia entre un envejecimiento saludable y una vejez marcada por el deterioro cognitivo.