Cada 18 de julio se conmemora el Día Internacional de la Vaquita Marina, fecha establecida por el Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA) dentro de su iniciativa “Feroz por la Vida”, que busca generar conciencia sobre la protección de la fauna silvestre. Sin embargo, muchas organizaciones ecologistas también eligen el 5 de septiembre para destacar esta causa, por lo que ambas fechas se consideran válidas para visibilizar la difícil situación de esta especie en peligro crítico.
La vaquita marina es un cetáceo de pequeño tamaño endémico del Alto Golfo de California. Su estado es alarmante: en 1997 existían cerca de 570 ejemplares; para 2015 la cifra cayó a 60 y al año siguiente solo quedaban alrededor de 30. Hoy, se estima que sobreviven únicamente unas 10 vaquitas en libertad, lo que las coloca al borde de la extinción total.
¿A qué se debe este acelerado declive?
Las principales causas son las deficientes políticas pesqueras en México y el comercio ilegal del buche de totoaba. El totoaba es un pez de gran tamaño cuyo órgano natatorio es altamente valorado en China, donde se cree erróneamente que posee propiedades medicinales. Este mito ha impulsado un mercado negro que paga hasta 100 mil dólares por unidad, por lo que se le conoce como “la cocaína del mar”.
Para capturar al totoaba, se emplean redes de enmalle extensas que también atrapan accidentalmente a las vaquitas marinas. Estos animales, al quedar atrapados, no logran salir a respirar y mueren asfixiados. Esta práctica representa la principal amenaza para su supervivencia.
Diversos grupos ambientalistas han propuesto soluciones concretas, entre ellas, la adopción de métodos de pesca sustentables que no pongan en riesgo a otras especies. También se busca incentivar a las comunidades pesqueras a implementar estas técnicas mediante programas de apoyo y educación.
Preservar a la vaquita marina es vital. Como cualquier otra forma de vida, su existencia tiene un propósito dentro del ecosistema. Este cetáceo ocupa un rol esencial en la cadena trófica del Golfo de California al controlar poblaciones marinas que podrían desestabilizar el equilibrio ecológico. Su desaparición afectaría no solo a la biodiversidad, sino también a las economías locales que dependen del mar.
Evitar su extinción es un deber moral y ecológico. Cada especie perdida representa un daño irreparable para el planeta. La vaquita marina aún tiene una oportunidad, pero el tiempo para actuar se agota rápidamente.