El director canadiense Yannick Nézet-Séguin y la pianista china Yuja Wang se han convertido en referentes de una nueva generación de músicos clásicos que, además de su virtuosismo, aportan autenticidad, innovación y estilo a los escenarios más importantes del mundo.
Ambos artistas se unieron recientemente en Filadelfia para ofrecer un concierto junto a jóvenes talentos del conservatorio Curtis, institución donde Wang se formó desde los 15 años. La actuación, marcada por piezas del compositor finlandés Einojuhani Rautavaara, fue una muestra de excelencia artística y de compromiso con la formación de nuevas generaciones.
Más allá de la música, tanto Wang como Nézet-Séguin destacan por integrar la moda como parte de su identidad escénica. La pianista, reconocida por sus atuendos llamativos y su precisión técnica, asegura que sus elecciones de vestuario buscan comodidad y confianza sobre el escenario. El director, por su parte, incluye elementos como zapatos Louboutin, uñas metálicas o trajes temáticos, afirmando que todo forma parte de su búsqueda por conectar con el público desde la autenticidad.
Ambos comparten también una visión educativa y social de la música clásica. Para Wang, la práctica, la curiosidad y el acceso a recursos como los programas de apoyo de marcas como Rolex —de la que es embajadora— son esenciales para que el arte evolucione. Nézet-Séguin, director musical de la Metropolitan Opera de Nueva York, apuesta por la inclusión y diversidad en la ópera, impulsando audiciones a ciegas, programación de compositores de distintas culturas y una representación más amplia de género en el escenario.
Este impulso transformador también se ve reflejado en iniciativas como la gira asiática de la Met Orchestra en 2024 o el apoyo continuo de la Iniciativa Artística Perpetua de Rolex, que fomenta el talento emergente y promueve nuevas formas de presentar la música clásica sin perder su esencia.
Desde el repertorio hasta el vestuario, pasando por la educación y el activismo cultural, Yannick Nézet-Séguin y Yuja Wang están demostrando que la música clásica puede ser vibrante, inclusiva y relevante, atrayendo a nuevos públicos y abriendo puertas a futuras generaciones.