Una nueva controversia sacude a la industria musical: “The Velvet Sundown”, un misterioso grupo que acumula más de 850 mil oyentes mensuales en Spotify, podría ser una creación generada exclusivamente por Inteligencia Artificial (IA).
La banda, con un estilo de baladas rock setenteras, ha lanzado tres álbumes en apenas un mes y su origen se ha convertido en un enigma para oyentes y expertos.
Ni los supuestos integrantes ni la fecha de formación del grupo están claros. Incluso las imágenes de portada —de estilo surrealista— y las fotos de los miembros no superan las pruebas de autenticidad realizadas por herramientas de verificación. Deezer, plataforma rival de Spotify, afirma que toda su música muestra señales de haber sido generada por IA.
A esta confusión se suma la aparición de un supuesto representante, Andrew Frelon, quien declaró a Rolling Stone que la banda es producto de un experimento de IA.
Sin embargo, poco después fue señalado como un impostor por los mismos “The Velvet Sundown”, quienes a través de su perfil oficial en Spotify denunciaron intentos de suplantación y manipulación de su identidad.
“No tenemos ninguna afiliación con esta persona ni prueba de su existencia”, aclara el comunicado.
Este caso refleja una creciente preocupación entre músicos y defensores de derechos de autor.
Ed Newton Rex, fundador de Fairly Trained, advierte que fenómenos como este representan “un robo disfrazado de competencia”, ya que podrían usar sin permiso creaciones humanas para entrenar algoritmos y producir música sin compensar a los artistas originales.
Mientras tanto, Spotify ha reiterado que no prohibirá la música generada por IA, aunque su CEO, Daniel Ek, dejó claro que no permitirá que se utilice para imitar a artistas reales.
En paralelo, junto a Mark Zuckerberg, de Meta, instó a la Unión Europea a adoptar un enfoque de IA de código abierto para no frenar la innovación tecnológica con regulaciones “incoherentes”.
La tensión entre IA y música no es nueva: figuras como Elton John y Dua Lipa han exigido a gobiernos que regulen cómo se usan obras protegidas para alimentar modelos de IA, aunque sin lograr cambios significativos hasta ahora.
Por su parte, grandes discográficas como Universal, Warner y Sony ya negocian con generadores de música por IA como Suno y Udio para garantizar compensaciones justas cuando las obras de sus artistas sean utilizadas para entrenar algoritmos.
En medio de esta polémica, “The Velvet Sundown” podría convertirse en el ejemplo perfecto del reto ético y legal que supone una industria donde el arte y la inteligencia artificial cada vez se entrelazan más… y no siempre de forma transparente.